Los polacos contra la Enigma

El primer paso para lograr descifrar la Enigma era conseguir los planos de la máquina, o una máquina completa. Desde 1926, cuando los alemanes empezaron a usarla, los criptoanalistas extranjeros sólo habían podido conseguir algunas unidades de su versión comercial, que no les servían de mucho contra la Enigma militar.

El servicio secreto francés fue el primero que lo consiguió, gracias a la traición de un empleado del Chiffrierstelle, la oficina alemana encargada de las comunicaciones cifradas, llamado Hans-Thilo Schmidt. De familia aristocrática, Schmidt había combatido en la Primera Guerra Mundial, pero no consiguió permanecer en el ejército después de la reducción impuesta por el tratado de Versalles. Creó una industria de fabricación de jabón, que acabó quebrando y le dejó completamente arruinado. Se vio obligado a pedir ayuda a su hermano Rudolph, que sí había conseguido continuar con éxito su carrera militar, y que ocupaba el cargo de jefe de personal del Cuerpo de Señales (encargado por tanto de la seguridad en las comunicaciones del ejército). Rudolph le consiguió un trabajo en el Chiffrierstelle, en Berlín. Hans-Thilo, empobrecido, humillado, celoso de su hermano y resentido contra su país, decidió vender la información secreta a la que tenía acceso. El 8 de noviembre de 1931, en el Grand Hotel de Verviers, en Bélgica, Hans-Thilo se encontró con un agente francés que se hacía llamar “Rex”. A cambio de 10.000 marcos le permitió fotografiar dos documentos sobre la manera de operar con la Enigma, que, aunque no eran en sí mismos descripciones de las máquinas, permitían deducir el cableado interno de los modificadores.

Los alemanes ya esperaban que tarde o temprano las potencias extranjeras lograsen hacerse con los planos de la Enigma, pero contaban con que aun teniendo las máquinas la seguridad de las comunicaciones seguiría siendo total, porque sería prácticamente imposible deducir las claves sólo con ellas. Y lo cierto es que los franceses no supieron por dónde empezar. Ni siquiera se molestaron en construir una réplica de la Enigma con la información que habían obtenido de Schmidt, porque daban por hecho que no les iba a servir de nada, y que encontrar las claves iba a ser imposible.

Pero los polacos, que tenían un acuerdo de cooperación militar con Francia, se mostraron mucho más interesados. Pidieron la información que tenían los franceses sobre la Enigma, y comenzaron a estudiar la manera de enfrentarse a ella. El organismo polaco dedicado al criptoanálisis era el Biuro Szyfrów, la oficina de cifras, dirigido por el comandante Güido Langer. Lo primero que hicieron fue reclutar matemáticos. Uno de los que pasó el proceso de selección era un joven matemático de la Universidad de Poznan llamado Marian Rejewski, que fue el que dio con la forma de enfrentarse al problema. Lo primero que hicieron (un trabajo que les llevó más de un año) fue un catálogo de cada una de las 105.456 posiciones posibles de los modificadores (el resultado de multiplicar las 17.576 orientaciones por las 6 combinaciones diferentes). Luego, en los mensajes interceptados, comparaban las letras que ocupaban la misma posición (por ejemplo, la primera de cada mensaje) y buscaban en su catálogo las posibles conexiones que había entre esas dos letras. Si lo repetían con la segunda letra, y luego la tercera... al final podían encontrar las conexiones coincidentes para todas ellas: la posición de los modificadores. Conociendo ésta, las posiciones intercambiadas en el clavijero no daban muchos problemas. Para probar cada una de las posibles posiciones, Rejewski inventó una máquina, basada en la propia Enigma, que lo iba haciendo automáticamente. Había seis funcionando en paralelo, cada una para probar con una de las combinaciones posibles de modificadores. A estas máquinas se las conocía como “bombas”, al parecer por el tic-tac que hacían cuando estaban probando posiciones.

Marian Rejewski:

Marian Rejewski
Cuando a comienzos de 1939 los alemanes aumentaron el número de modificadores de 3 a 5, el número de combinaciones posibles de éstos pasó de 6 a 60. Fabricar 60 “bombas” para que funcionasen en paralelo buscando las claves estaba fuera de las posibilidades técnicas y económicas de los polacos. La Enigma volvía a ser invulnerable, pero lo conseguido por los polacos hasta entonces podía ser aprovechado por otros con más medios para continuar su trabajo. El 24 de julio de 1939, en plena crisis prebélica, Langer recibió en el Biuro Szyfrów a sus homólogos francés y británico y les mostró las “bombas” de Rejewski. Desde Varsovia se enviaron a Londres y París por valija diplomática los planos para construirlas.

Durante la guerra Rejewski estuvo trabajando para los servicios secretos franceses junto con otros criptoanalistas polacos. Después de la derrota francesa se quedó en la zona de Vichy, hasta que debido a la ocupación alemana en noviembre de 1942 huyó a Gran Bretaña a través de España. No se sabe por qué motivo, los británicos no le permitieron trabajar en Bletchley Park, el centro donde, en buena parte gracias a su trabajo anterior, se descifraban las comunicaciones alemanas.

Un documento de Rejewski de su paso por España:

Marian Rejewski
Los ingleses fueron los que tomaron el testigo de los polacos. Aquí empieza la historia de Blechtley Park, que contaré otro día.

Fuente principal:
Simon Singh: Los códigos secretos
Fotografías:
http://www.armyradio.com/arsc/customer/pages.php?pageurl=/publish/Articles/The_Enigma_Code_Breach/The_Enigma_Code_Breach.htm


No hay comentarios:

Publicar un comentario