Cicerón


Elyesa Bazna nació en Prístina, la capital de Kosovo (en aquella época una provincia del Imperio Otomano) el 28 de julio de 1904. Su familia se trasladó a Constantinopla tras la guerra de los Balcanes, y posteriormente a Ankara, la capital del nuevo estado turco, después de la Primera Guerra Mundial. En su juventud Bazna fue un delincuente de poca monta, llegando a pasar por la cárcel alguna vez. Después probar varios oficios sin éxito (cerrajero, bombero, taxista...), se convirtió en criado de familias extranjeras, en su mayor parte diplomáticos destacados en Ankara.

A finales de 1942 entró a trabajar en casa de un alemán llamado Albert Jenke, ayudante del embajador Von Papen. El empleo no le duró mucho, ya que Jenke le despidió cuando comenzó a sospechar que Bazna leía su correspondencia. Al parecer ya había decidido que iba a utilizar su trabajo junto a diplomáticos para conseguir información y comerciar con ella, aunque según la versión del propio Bazna fue el incidente con Jenke el que le dio la idea de convertirse en espía. Su siguiente oportunidad la tuvo cuando consiguió el puesto de chófer del secretario de la embajada británica, Douglas Busk. Estando al servicio de Busk fue cuando comenzó a fotografiar los documentos diplomáticos a los que tenía acceso. Y entonces le tocó la lotería: recomendado por Busk, Bazna pasó a trabajar para el embajador Sir Hughe Knatchbull-Hugessen como ayuda de cámara. Trabajar de criado en casa del embajador británico era la oportunidad que estaba esperando, y decidió sacarle todo el provecho posible.

El 26 de octubre de 1943, poco después de entrar a trabajar en casa de sir Hughe, Bazna acudió a su antiguo señor, Albert Jenke, presentándose como el nuevo hombre de confianza del embajador inglés, y ofreciéndole documentos diplomáticos que había fotografiado en casa de Busk a cambio de 20.000 libras esterlinas. Jenke informó de la propuesta a Von Papen, pero el embajador no se tomó en serio la historia y no informó a los agentes del Abwehr en Ankara (Von Papen tenía experiencia los servicios de inteligencia, ya que había dirigido el espionaje alemán en Estados Unidos). Como el embajador no quiso acudir al Abwehr, Jenke dejó el tema en manos de Ludwig Moyzisch, un corresponsal de prensa austriaco que era también el agente local del SD, la sección de inteligencia exterior de la RSHA (Reichssicherheitshauptamt, "Oficina Central de Seguridad del Reich"), es decir, de las SS. Moyzisch, tras entrevistarse con Bazna y escuchar sus propuestas, acudió de nuevo a Von Papen para convencerle de que pidiese autorización a Berlín para hacer el pago. En esa segunda ocasión el embajador accedió a hacer el trámite, y en Berlín el Ministerio de Asuntos Exteriores decidió aprobar la compra de los documentos. Así fue como los primeros carretes de documentos diplomáticos británicos llegaron a manos de los alemanes, pagados en libras esterlinas por el Ministerio de Asuntos Exteriores, un detalle que tendrá su importancia en la historia, como veremos más adelante. Otro punto importante es que el Abwehr se quedó fuera de la operación: el control de Cicerón lo iba a tener el servicio de inteligencia exterior de la RSHA, dirigido por Walter Schellenberg.

Bazna decidió aprovechar al máximo la situación y conseguir durante el tiempo que pudiese la mayor cantidad posible de documentos secretos para vender a los alemanes. Bazna era servil, aparentemente insignificante, y hablaba poco inglés (con el embajador hablaba en francés, y nunca tenían conversaciones personales). Para Knatchbull su nuevo ayuda de cámara era alguien totalmente inofensivo con el que no necesitaba ninguna medida de seguridad especial. Además seguramente no vio necesidad de investigar los antecedentes de Bazna porque supuso que Busk ya lo habría hecho. Cuando iba a dormir el embajador se llevaba consigo la llave de la caja fuerte donde guardaba los documentos que pasaban por sus manos y la dejaba despreocupadamente en su mesilla de noche. En una ocasión, cuando el embajador se estaba dando un baño, Bazna (que había sido cerrajero, entre otros muchos oficios) hizo un molde en cera de la llave para hacerle un duplicado. A partir de entonces pudo fotografiar los documentos que el embajador guardaba en su caja fuerte. Así comenzó a entregar regularmente carretes fotográficos a Moyzisch a cambio de grandes sumas de dinero.

La información que suministraba Bazna era muy valiosa para el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. Turquía era un país de gran importancia estratégica, que trataba de resistir las presiones de unos y otros para favorecer los intereses propios y perjudicar a los del enemigo. El embajador Von Papen, que enseguida pudo sacar provecho de las informaciones que le llegaron sobre la política aliada con respecto a Turquía, fue quien bautizó a Bazna con el nombre en clave de Cicerón, recordando la elocuencia del célebre orador romano. El ministro de Asuntos Exteriores, Von Ribbentrop, al comienzo también estaba entusiasmado con la nueva fuente de información, pero pronto cambió de opinión y comenzó a desconfiar y a quitarle credibilidad, con argumentos como que quien sólo se movía por interés económico no era de fiar. En realidad lo que estaba detrás del escepticismo de Ribbentrop eran sus malas relaciones con los más beneficiados del éxito de Cicerón: Von Papen, por un lado, al que no podía ver delante, y el RSHA por otro, dirigido entonces por Ernst Kaltenbrunner. La luchas internas entre los servicios de inteligencia alemanes (RSHA y Abwehr) y dentro del propio Ministerio de Asuntos Exteriores (Von Papen y Von Ribbentrop) seguramente fueron el principal motivo por el de que la información suministrada por Cicerón no fuese prácticamente aprovechada. De ella se podía deducir que los aliados descartaban la intervención militar en los Balcanes e incluso se mencionaba la operación Overlord, la apertura del frente occidental. También consiguieron saber prácticamente todo lo que se dijeron los aliados en la conferencia de Teherán, en noviembre de 1943.

Entre noviembre de 1943 y marzo de 1944 Cicerón entregó regularmente a Moyzisch carretes con fotografías de documentos del máximo secreto, prácticamente toda la información importante que pasaba por la embajada británica en Ankara. En total los alemanes pagaron por ellos unas 300.000 libras. Por las primeras entregas Bazna recibió 20.000 libras, luego bajaron a 15.000 y finalmente 10.000, unas cifras astronómicas en la época. Pero si bien los primeros pagos los había hecho el Ministerio de Asuntos Exteriores, cuando Cicerón quedó definitivamente bajo el control de la RSHA fue esta organización la que se hizo cargo de los gastos. La RSHA financiaba en gran parte sus operaciones en el extranjero con dinero falso proveniente de la Operación Bernhard, el plan de las SS de falsificación masiva de libras esterlinas y otras divisas. Así que una gran parte de la fortuna que creía estar recibiendo Bazna de los alemanes eran en realidad billetes falsos.

En marzo de 1944 se hizo evidente que los ingleses estaban buscando una fuga de información en la embajada, cuando multiplicaron las medidas de seguridad. Lo que ocurrió fue que la oficina de la OSS estadounidense en Suiza tenía un informador en el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, un opositor a Hitler llamado Fritz Kolbe, que dio pruebas de que en la embajada británica en Ankara los alemanes tenían a su vez a un informador de la máxima importancia. Los norteamericanos alertaron a los ingleses, que inmediatamente iniciaron una investigación. Bazna no fue descubierto (los ingleses buscaban a un espía profesional, y descartaron al insignificante criado turco), pero la seguridad aumentó de tal modo que decidió no seguir arriesgándose y abandonó sus actividades. Hay otra versión de la historia que se encuentra en bastantes fuentes, según la cual Cicerón fue descubierto por la secretaria de Moyzisch, que era informadora de los servicios secretos estadounidenses. Será que siempre viene bien meter en la historia a una chica. La supuesta informadora se llamaba Cornelia Kapp. El hecho es que Cicerón no llegó a ser identificado hasta después de la guerra.

Al terminar el conflicto Bazna comenzó a gastar el dinero que había ganado. Mientras estuvo derrochándolo en mujeres no tuvo problema, pero llegó un momento en el que cometió el terrible error de querer invertir en negocios serios. Se asoció en la construcción de una estación de esquí en Bursa, en Turquía. Y entonces ocurrió lo impensable. Cuando uno de sus proveedores fue a ingresar en un banco suizo el dinero que le había dado Bazna, se encontró con que los suizos (que son más listos que nadie en estos asuntos) le rechazaban los billetes por falsos. Así descubrió Cicerón la razón por la que los alemanes habían sido tan generosos con él. De repente se encontró con que su fortuna no valía nada, con que el negocio en el que se había metido se hundía, y por si fuera poco con un montón de denuncias de todos aquellos a los que había estado pagando con dinero falso. Arruinado y acosado por las deudas, no se le ocurrió otra cosa que dirigirse al consulado alemán en Estambul para solicitar una compensación o una pensión por su trabajo para el espionaje nazi. Como es lógico no le hicieron ningún caso, ya que ni siquiera podía aportar ningún tipo de documento que lo probase. Se fue a vivir a Alemania, y allí siguió insistiendo durante años a las autoridades para que le reconocieran sus derechos, llegando a escribir una carta en 1954 al canciller Konrad Adenauer (de reconocido pasado antinazi) pidiéndole ayuda por los servicios prestados durante la guerra.

Cuando Ludwig Moyzisch escribió sus memorias la historia de la "operación Cicerón" salió a la luz y llamó la atención de Hollywood. Basándose en ella Joseph Leo Mankiewicz rodó Five Fingers, con James Mason interpretando el papel del espía turco. Bazna tampoco vio ni un céntimo por la película. En los años siguientes siguió luchando por recuperar "su" dinero, llegando al punto de demandar a la República Federal Alemana, reclamando sin éxito una indemnización de 1,7 millones de marcos. En sus últimos años se ganaba la vida trabajando de portero de noche en Munich. Murió pobre en 1970.

Fuentes:
Lawrence Malkin: El falsificador de Hitler
http://www.exordio.com/1939-1945/militaris/espionaje/ciceron.html
http://www.artehistoria.jcyl.es/batallas/contextos/5095.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Elyesa_Bazna


Espadas japonesas

En las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del XX, como parte de la occidentalización general en el equipamiento y en las formas de las fuerzas armadas japonesas (que por ejemplo es el contexto en el que se desarrolla la historia de la película El último samurai), el Ejército Imperial adoptó las espadas de estilo occidental, basadas en los sables de caballería europeos. Este es el sable Murato, también llamado Kyu-Guntô, que entró en servicio durante la guerra ruso-japonesa y se siguió utilizando por los oficiales del Ejército Imperial hasta mediados de los años treinta:


Pero fue entonces, en la primera mitad de la década de los 30, cuando el Ejército quiso recuperar en parte las formas tradicionales japonesas. Se establecieron especificaciones para las nuevas espadas de los oficiales, que tendrían que imitar el estilo tradicional. La primera espada de ese tipo fue la Tipo 94 Shin Guntô, que sustituyó a la Kyu Guntô como espada de los oficiales en 1934. A partir de 1938 se sustituyó por un modelo simplificado, con diferencias mínimas, la Tipo 98:


La Tipo 95 era una espada para suboficiales, hecha igualmente imitando las espadas tradicionales:


La Tipo 98 y la Tipo 95 se siguieron fabricando hasta el final de la guerra. Hablando en propiedad no se las puede considerar espadas tradicionales japonesas, ya que eran producidas industrialmente y no hechas a mano. Había artesanos que seguían fabricando espadas siguiendo los métodos tradicionales, y muchas de ellas fueron usadas por los oficiales que se las podían permitir. Algunos de estos talleres dependían del Ejército o la Marina. En comparación, las espadas oficiales fabricadas en serie para el Ejército eran pésimas copias. La diferencia en la calidad de la hoja y los complementos era abismal, y aumentó mucho más a medida que disminuía la calidad de las producidas industrialmente a causa la escasez de materias primas en Japón.

Oficial de la Guardia Imperial:


La Marina Imperial mantuvo más tiempo los sables de tipo europeo. La razón para ello era que a diferencia del Ejército, donde la espada era considerada una auténtica arma ofensiva, su uso por los oficiales de la Marina era casi exclusivamente ceremonial. Pero en octubre de 1937, tres años después de que lo hiciera el Ejército, la Marina adoptó también un modelo de espada de tipo tradicional, denominado Tachi Guntô. Las espadas de la Marina eran de una calidad muy superior a las del Ejército. Además no sufrieron la bajada de calidad que tuvieron las del Ejército durante la guerra.

Como comenté, las espadas japonesas, que se usaban a dos manos, no eran ni mucho menos elementos de uso ceremonial, a diferencia del resto de ejércitos del mundo en los que se conservaban los sables. Los oficiales eran adiestrados en el uso de la espada en los combates cuerpo a cuerpo, aprendiendo técnicas de lucha específicamente desarrolladas para ellos. En manos de un oficial japonés una espada era un arma temible.

Páginas de un manual sobre el manejo de la espada:


Como ejemplo de la letal eficacia de las espadas en manos de los oficiales japoneses y del respeto que les tenían sus enemigos, esto es lo que se decía en una publicación de 1943 dirigida a los oficiales del Ejército estadounidense titulada The Jap Soldier:

"Los oficiales japoneses todavía portan viejas espadas. Los verán conducir a sus tropas agitando sus espadas, igual que en los viejas películas. Dispárenles tan rápido como puedan, porque esas espadas pueden rebanar a un hombre desde el cuello hasta la cadera de un solo y limpio corte vertical”.

Fotografía tomada en pleno combate en la que se ve a uno de los soldados japoneses (posiblemente un suboficial) blandiendo su espada:


Para finalizar, este tema es una buena excusa para poner una foto que tenía guardada desde hacía tiempo: un oficial japonés comiendo un caramelo (para que parezca que viene a cuento, añadiré que la espada es posiblemente una Tipo 94):




Fuentes:


Bletchley Park

Al estallar la guerra en septiembre de 1939 los criptoanalistas ingleses no partían de cero en su trabajo de descifrar las comunicaciones alemanas, ya que podían continuar los trabajos de los polacos, que habían logrado importantes progresos en los meses anteriores en su lucha contra la cifra Enigma.

La agencia de cifrado inglesa era conocida como la Sala 40, por la oficina del Ministerio de Marina donde se alojaba inicialmente. Cuando estalló la guerra se pensó con razón que la Sala 40 se había quedado pequeña para el volumen y la complejidad del trabajo que esperaba a los criptoanalistas británicos. La Sala 40 desapareció y fue sustituida por la CG&CS, Government Code and Cypher School (Escuela Gubernamental de Códigos y Cifras). La sede escogida para acoger al nuevo organismo fue Bletchley Park, una mansión victoriana en Buckinghamshire:


En un principio trabajaban en la CG&CS unas doscientas personas, pero llegaron a ser setecientas al final de la guerra. Alrededor de la mansión principal se construyeron una serie de cobertizos de madera para albergar distintos grupos de trabajo. La evolución de las técnicas criptográficas y la aparición de las máquinas de cifrado también se notó en el personal: si entre los expertos de la Sala 40 eran mayoría los lingüistas, los nuevos criptoanalistas de Bletchley Park fueron reclutados en las universidades entre matemáticos y científicos.

Durante el otoño de 1939 los trabajadores de Bletchley Park se familializaron con la cifra Enigma y las técnicas de descifrado polacas. Tenían muchos más medios, y pronto lograron resultados. Cada día se empezaba de cero, cuando los alemanes cambiaban la clave, sin que valiese para nada el trabajo del día anterior. Con el tiempo, los criptoanalistas británicos comenzaron a encontrar atajos que les facilitaban su labor. Por ejemplo, se dieron cuenta de que los alemanes nunca repetían la posición de un modificador dos días seguidos. Por ejemplo, con una disposición de modificadores 2-1-5, al día siguiente no podía seguirle 2-3-1, porque el primer modificador continuaría en el 2. Igualmente, en el clavijero estaba prohibido intercambiar dos letras consecutivas (la B con la C, por ejemplo). Estas medidas, que parecían aumentar la seguridad evitando repeticiones y disposiciones obvias, en realidad facilitaban el trabajo de los descifradores, al permitirles descartar gran número de disposiciones posibles.

También empezaron a reconocer claves que ciertos operadores de Enigma utilizaban más habitualmente. Podían ser letras consecutivas en el teclado, como QWE, o grupos de letras sin significado conocido pero que al operador “le gustaban” especialmente. En momentos de tensión, el operador no se rompía la cabeza eligiendo una clave y tecleaba la primera que se le pasase por la cabeza.

Este tipo de atajos eran conocidos como “cillis”. No se sabe de dónde viene la palabra, pero es posible que su origen estuviese en una clave de mensaje que se repetía con especial frecuencia, CIL (¿las iniciales de la novia de un operador de Enigma?).

Otras herramientas que facilitaban el trabajo de los descifradores británicos eran los llamados “puntales”. Un puntal es un fragmento de texto cifrado al que se le puede suponer con cierta seguridad su correspondencia con un texto llano. Por ejemplo, un encabezamiento de mensaje. Si todos los días a la misma hora la Luftwaffe enviaba el parte meteorológico en un mensaje cifrado y con el mismo encabezamiento, los analistas ingleses podían disponer de un fragmento de mensaje al que le podían dar con bastante seguridad un significado, y que les podía servir para encontrar la clave.

Criptoanalistas trabajando en una de las dependencias de Bletchley Park:


Las técnicas de descifrado no podían permanecer inalteradas durante mucho tiempo. Durante la guerra los alemanes fueron mejorando la seguridad de la Enigma, aumentando su complejidad técnica y variando su forma de uso. Los criptoanalistas británicos tenían que responder a esos cambios variando ellos también su forma de trabajar. Una dependencia importante en Bletchley Park era lo que llamaban el “centro de reflexión”, una sala donde los expertos se planteaban los nuevos problemas y buscaban las posibles soluciones.

Uno de esos expertos destacó por encima de los demás. pero esa historia la contaré en otra entrada. Algún día.


Fuentes:
Simon Sighn: Los códigos secretos
http://enigma.wikispaces.com/file/list


La Buena Fuente

En una fecha no determinada de agosto o septiembre de 1941, cuando Estados Unidos era todavía un país neutral, el SIM (Servizio Informazioni Militare, el servicio secreto italiano) vio la oportunidad de hacerse con las claves de comunicaciones utilizadas por los agregados militares estadounidenses entre sus embajadas y Washington, conocidas como Black Code (“Código Negro”). Con la colaboración de dos empleados italianos de la embajada estadounidense en Roma, el SIM consiguió una copia de la llave de la caja fuerte del agregado militar, Norman Fiske. Con la llave en su poder, una noche dos carabineros de la “Sección P” del SIM entraron en la embajada, de nuevo con la ayuda de los dos empleados italianos que les facilitaron el acceso, y se llevaron el libro de códigos de la caja fuerte de Fiske. Después de fotografiarlo lo devolvieron a la caja esa misma noche, antes de que alguien pudiese echarlo en falta.

Cuando Estados Unidos entró en la guerra el robo del libro de códigos se convirtió en un inesperado regalo que daba acceso a los servicios de inteligencia italianos a las comunicaciones más secretas del enemigo. Los italianos se encontraron con un instrumento que podría ser decisivo para el desarrollo de las operaciones militares si encontraban alguna fuente que utilizase las comunicaciones diplomáticas para transmitir informaciones de gran valor estratégico. Y eso fue lo que ocurrió. Poco tiempo después de la entrada de los estadounidenses en la guerra el coronel Frank Bonner Fellers, un graduado en West Point íntimo amigo del general MacArthur, fue destinado a El Cairo como agregado militar, con la función de servir de oficial de enlace con el ejército británico. Los estadounidenses no cambiaron sus códigos diplomáticos después de su entrada en el conflicto, por lo que Fellers enviaba sus informes a Washington codificados con las claves capturadas meses antes por los servicios secretos italianos.

Fellers comenzó a enviar regularmente al Departamento de Guerra en Washington informes detallados sobre la situación de las fuerzas británicas en Egipto. El agregado militar informaba de todo: composición y movimientos de unidades, armamento, moral de los combatientes... Los mensajes de Fellers eran fácilmente reconocibles por el encabezamiento y la firma, ya que el oficial los mandaba siempre a MILID WASH (Military Intelligence Division, Washington) o AGWAR WASH (Adjutant General, War Department, Washington) y estaban siempre firmados con FELLERS. El SIM interceptaba esos informes y los descodificaba, convirtiendo a Fellers en una valiosísima (e involuntaria) fuente de información para las fuerzas del Eje en el norte de África. El SIM, aunque no compartía con los alemanes el origen de la información, les pasaba regularmente las transcripciones de los informes descodificados. Los informes eran enviados finalmente a Rommel, que se refería a ellos como "die gute Quelle" ("la buena fuente"), como muestra del valor que les daba.

El envío de los informes comenzó en enero de 1942, coincidiendo con el inicio de la ofensiva de Rommel que expulsó a los británicos de Cirenaica. Rommel pudo disponer de información de primera mano sobre la situación y la fuerza real de las unidades blindadas británicas o de su fuerza aérea. En los meses siguientes recibió muchas otras informaciones que resultaron de gran utilidad para el Eje en África.

Posiblemente el mensaje interceptado más importante fue el que puso sobre aviso a las fuerzas del Eje sobre las operaciones Vigorous y Harpoon, dos convoyes con destino a Malta enviados desde Gibraltar y Alejandría, respectivamente, entre el 14 y el 16 de junio de 1942. En apoyo al envío de los convoyes, previamente se ejecutarían operaciones de comandos contra aeródromos del Eje en el norte de África y un ataque aeronaval contra la flota italiana en Tarento. El ataque a Tarento fue un éxito relativo. Siete de los doce Beaufort armados con torpedos que participaban en él fueron derribados por los cazas italianos antes de que pudiesen establecer contacto con los buques enemigos, pero los torpederos supervivientes lograron hundir al crucero Trento y dañar gravemente al acorazado Littorio. Las incursiones contra los aeródromos fracasaron totalmente, después de que Fellers revelase involuntariamente al enemigo los planes británicos, lo que permitió que los días posteriores los aviones del Eje pudiesen lanzar continuos ataques contra los convoyes aliados. El convoy de Gibraltar se vio obligado a retirarse, del de Alejandría tan sólo llegaron a Malta dos mercantes de un grupo de seis. El coste total de ambas operaciones para la Royal Navy y la RAF fue de un acorazado, cinco destructores, dos dragaminas, seis buques mercantes y más de veinte aviones. La desesperada situación de Malta se agravó, la isla se quedó sin ninguna capacidad ofensiva y parecía condenada a la inanición.

Poco tiempo después Fellers pudo “ayudar” involuntariamente a Malta cuando en uno de sus informes describía la gravísima situación de las tropas británicas en Egipto. Comunicaba a Washington que los británicos habían sido totalmente derrotados y que Rommel tenía en sus manos la conquista de El Cairo y el delta del Nilo. El informe pudo influir en la decisión de Hitler de apoyar la ofensiva de Rommel y suspender la Operación Hércules, el asalto aerotransportado a Malta, que ya no consideraba necesario.

Pero al mismo tiempo que los italianos descifraban los códigos diplomáticos estadounidenses, los británicos hacían lo propio con las comunicaciones militares alemanas. Los italianos enviaban las transcripciones de los informes de Fellers a los alemanes, que cuando los retransmitían nuevamente a Rommel utilizaban como es lógico sus propios códigos. Cuando los criptoanalistas británicos comenzaron a descifrar los informes de Fellers transmitidos por los alemanes pronto llegaron a la conclusión de que había un fallo de seguridad en las comunicaciones estadounidenses. Ya antes de eso, en febrero de 1942, los británicos habían avisado a los estadounidenses de que sus comunicaciones diplomáticas no eran seguras y que ellos mismos las estaban descodificando. Unos meses más tarde, alguna indiscreción en alguno de los mensajes interceptados les hizo sospechar que el enemigo tenía acceso a las comunicaciones entre Washington y un oficial aliado destinado en El Cairo. Los británicos informaron a los estadounidenses, que cambiaron inmediatamente los códigos. Desde ese momento, el 26 de junio de 1942, el Eje se quedó sin las informaciones de Fellers. El 10 de julio, los aliados consiguieron confirmar sus sospechas cuando el batallón de transmisiones 621º del Afrika Korps fue capturado por los ingleses sin haber tenido tiempo de destruir sus documentos, entre los que se encontraron las transcripciones de varios mensajes de Fellers. La captura del batallón de transmisiones 621º fue otro revés para Rommel. Su eficaz sistema de escuchas de las radiocomunicaciones británicas era la otra gran fuente de inteligencia de la que disponía, y había perdido ambas en un plazo de dos semanas y en el peor momento posible, en el punto decisivo de su ofensiva. Entre sus fuerzas y El Cairo o Alejandría tan sólo se interponía una última línea defensiva, en torno a El Alamein. Pero desde ese momento iba a tener que tomar sus decisiones sin ningún conocimiento sobre las fuerzas y las intenciones del enemigo.

Poco tiempo después Fellers fue trasladado a Estados Unidos y dejó El Cairo. Alguien podría pensar que se trataba de un castigo, pero lo cierto es que él no hizo nada reprobable (no era culpa suya que las claves que le ordenaban utilizar no fuesen seguras). Así, unos meses después el coronel Fellers fue condecorado con la Medalla de Servicios Distinguidos por su buen trabajo como agregado militar en El Cairo, citando que “sus informes al Departamento de Guerra han sido modelos de claridad y precisión”. Posiblemente Rommel le hubiese condecorado por el mismo motivo si hubiese tenido ocasión.


Fuentes:
Jon Latimer: El Alamein
http://www.historynet.com/intercepted-communications-for-field-marshal-erwin-rommel.htm
http://it.wikipedia.org/wiki/Furto_del_Black_Code
http://www.cripto.es/enigma/boletin_enigma_55.txt


Proyecto X-Ray

El Proyecto X-Ray (o "Rayos X") fue el plan estadounidense para bombardear Japón utilizando murciélagos. La idea era bastante sencilla aunque difícil de poner en práctica: se trataba de colocar bombas de napalm a millones de murciélagos y después soltarlos sobre las ciudades japonesas.

Había cuatro factores que hacían parecer viable el plan:

- El gran número de murciélagos que había en los Estados Unidos.
- Los murciélagos son unos animales que pueden transportar cargas relativamente grandes, superiores a su propio peso.
- Hibernan, y por lo tanto no dan muchos problemas “logísticos” y de transporte.
- Son animales nocturnos, que se ocultan durante el día.

El plan consistía en lanzar durante la noche grandes cantidades de murciélagos sobre las ciudades japonesas con pequeñas bombas incendiarias adosadas a su cuerpo. Al llegar el día los animales se refugiarían en los tejados de las casas, entre las vigas y en muchos otros lugares ocultos que encontrasen. Entonces las cargas incendiarias detonarían, activadas mediante un temporizador, y provocarían por todas partes millares de pequeños incendios imposibles de controlar.

La idea fue de un odontólogo llamado Lytle S. Adam, que en enero de 1942 escribió una carta a la Casa Blanca proponiendo que se estudiase su viabilidad. La carta llamó la atención de William Donovan, uno de los más cercanos consejeros del presidente Roosevelt, que pasó la propuesta al NDRC (National Defense Research Committee, o Comité de investigación de Defensa Nacional). El señor Adam fue contratado para ayudar en la elección de la especie idónea y en el suministro de murciélagos. Las bombas fueron diseñadas por el inventor del napalm en persona, Louis Fieser. Creó dos tipos de pequeñas bombas incendiarias, de 17 y 28 gramos, activadas por temporizador.


Se diseñó un contenedor de murciélagos similar a una cubierta de bomba, con capacidad para 26 bandejas apiladas, cada una de ellas equipada con un pequeño paracaídas y con capacidad para 40 murciélagos. Los contenedores se lanzarían desde una altura de 5.000 pies, las bandejas se separarían en el aire y a 1.000 pies de altura se abrirían los paracaídas. El cálculo era que un bombardero B-24 podría transportar y lanzar cien de estos contenedores, por lo que en una sola incursión de diez bombarderos se podría liberar a más de un millón de murciélagos-bomba sobre el objetivo (las ciudades industriales de la Bahía de Osaka).


La Fuerza Aérea, que era la que en esa fase estaba desarrollando el proyecto, hizo varias pruebas, en las que quedó demostrado que el gran problema era que el comportamiento de los animales era impredecible y los objetivos alcanzados por un ataque con murciélagos habrían sido totalmente aleatorios. Una de las pruebas estuvo a punto de terminar con la destrucción de la base aérea de Carlsbad, en Nuevo México, cuando los murciélagos se escaparon de la zona de ensayos y fueron a refugiarse a un depósito de combustible.

En agosto de 1943 la Fuerza Aérea traspasó el proyecto a la Marina, que fue la que lo bautizó con el nombre en clave de "X-Ray". El plan sufrió algunas modificaciones: los murciélagos no serían lanzados en paracaídas desde bombarderos, sino transportados por un submarino y liberados durante la noche frente a las costas japonesas. Para hacer la prueba definitiva el Servicio de Guerra Química construyó en un polígono de pruebas de Utah una réplica de una ciudad japonesa. Los resultados de la prueba fueron alentadores, y los observadores del CEDR concluyeron que el X-Ray era un arma mucho más eficaz que las bombas incendiarias convencionales. Se programaron más pruebas, pero en el verano de 1944 el programa fue cancelado por orden del almirante Ernest J. King, cuando fue informado de que no se completaría como mínimo hasta mediados de 1945. Se calcula que hasta entonces se habían invertido dos millones de dólares en el proyecto.

Y eso que para conseguir la financiación tenían que competir con otros proyectos absurdos en los que se derrochaba el dinero. Jack Couffer era un naturalista que formaba parte del equipo de investigadores de X-Ray, y que muchos años después publicó un libro en el que contaba la historia del proyecto. En el libro Couffer reproduce esta simpática conversación, que tuvo lugar cuando uno de sus compañeros regresó de un viaje que había hecho a Washington tratando de conseguir fondos para el proyecto:


- En Washington me he enterado de la cosa más endemoniada que os podéis imaginar - dijo Doc cuando regresó de Washington DC - Un general con el que me reuní para tratar de los créditos confundió nuestro proyecto secreto con otro proyecto secreto que al parecer existe en alguna parte. Es la tontería más tonta de la que habéis oído hablar. Y, evidentemente, ese proyecto tiene el respaldo del presidente y se están tirando millones de dólares en él.


Von Blocker miró a través del humo y frunció el ceño.

- Aquel general prácticamente me echó de su oficina, de lo furioso que estaba por la pérdida de tiempo y dinero. "¿No me diga que usted es el que que promueve esa idea loca de hacer bombas de átomos?". Me pasé un tiempo infernal convenciéndole que no tenía nada que ver con ese fraude - continuó Doc.

- ¿Qué son los átomos? - preguntó Frank Benish.

- Las partículas más pequeñas de la materia. Ya sabes, todo está hecho de células. Se rompen las células y tienes algo aún más pequeño: los átomos. Algo por el estilo.

- ¿Y piensan que pueden hacer bombas con ellos? - Benish sacudió la cabeza. (...).

- ¿Te lo puedes imaginar? - dijo Doc - ¡Ellos están tirando millones, y yo no puedo conseguir un coche personal y un conductor!

- ¿Dónde está pasando eso? - preguntó Von Blocker.

Doc se encogió de hombros. 

- Tan pronto como se enteró de que yo no tenía nada que ver con eso se calló. Pero al principio pensó que yo estaba involucrado cuando dije que estábamos trabajando en Nuevo México.

- ¡Increíble! - dijo Von Blocker.

- ¡Sí! Conseguimos que funcione una cosa segura, como los murciélagos bomba, algo que realmente podría ganar la guerra, y ellos jugando con sus diminutos átomos. Me dan ganas de llorar.


Fuentes: 
http://en.wikipedia.org/wiki/Bat_bomb 
http://www.historynet.com/top-secret-wwii-bat-and-bird-bomber-program.htm
http://www.murdoconline.net/archives/2367.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Jack_Couffer


Cruceros submarinos británicos

En contra de lo que se suele pensar, la mayor parte de los barcos víctimas de submarinos en la Primera Guerra Mundial no fueron hundidos por torpedos, sino a cañonazos. Los torpedos eran muy caros y los submarinos podían transportar una cantidad muy limitada de ellos. Además, la autonomía y la velocidad en inmersión de los submarinos eran muy reducidas. Se suele decir que hasta la aparición del snorkel a finales de la Segunda Guerra Mundial (que permitía renovar el aire permaneciendo sumergido, y por tanto navegar en inmersión propulsados por los motores diesel y no sólo por las baterías) no aparecieron los auténticos submarinos, y que a los anteriores sería más correcto denominarlos buques sumergibles, porque sus travesías y la mayor parte de sus ataques tenían que efectuarlos en superficie. Así que cuando el objetivo era un mercante o un barco pequeño el submarino atacaba en superficie con su cañón de cubierta. Tan sólo se lanzaban los torpedos a profundidad de periscopio cuando el submarino tenía que enfrentarse a buques de guerra, o cuando se sospechaba que el mercante estaba armado (algo que se hizo cada vez más habitual). El cañón fue por tanto el arma más usada en las primeras décadas de la guerra submarina. En los años posteriores el aumento en la capacidad de transporte de torpedos y las mejoras en las defensas antisubmarinas hicieron que los cañones de cubierta fuesen perdiendo importancia, aunque en la Segunda Guerra Mundial siguieron siendo muy utilizados. Pero no dejaban de ser un arma secundaria. Solía ser un único cañón de pequeño calibre, habitualmente entre 75 y 88 mm (el de los clase Balao estadounidenses llegaba a ser de 127 mm), pensado sobre todo para ser utilizado en determinadas condiciones con el fin de ahorrar torpedos.

Pero en el periodo de entreguerras también se experimentó con diseños en los que la artillería de cubierta se convertía en la principal arma ofensiva del submarino. El más famoso de estos intentos fue el Surcouf francés. También fue el único que se puede considerar exitoso, llegando a intervenir en la Segunda Guerra Mundial. Pero no fue el único. Como no podía ser menos, la Royal Navy también hizo sus experimentos con submarinos armados con artillería pesada o con torres múltiples de calibre medio. El primero de los modelos de ese tipo desarrollados por los ingleses fue el M-1, que se podría considerar el equivalente británico del Surcouf:

m1
La clase M era un tipo de submarino originalmente pensado como buque de bombardeo costero (a veces se le ha denominado monitor submarino), aunque a medida de que se iba avanzando en su desarrollo se fue abandonando esa idea para convertirlo en un submarino de ataque a unidades de superficie. La clase M nació como una modificación de la clase K británica, con la diferencia de que llevaría montada en cubierta una torre con un único cañón de 12 pulgadas (305 mm). Los diseñadores partían de la idea de que los torpedos estaban muy bien para atacar a mercantes o buques en puerto, pero contra un buque de guerra en navegación resultaban poco menos que inútiles; en esa situación se pensaba que sería más efectiva la artillería de gran calibre. El cañón tenía un alcance eficaz de 14 kilómetros, pero rara vez sería utilizado contra objetivos muy lejanos, porque la poca altura del submarino impedía la visión a gran distancia. Además el cañón sólo podía ser cargado en superficie, así que era vital acertar al primer disparo, porque después de un fallo, si se sumergía para protegerse de la respuesta, el submarino tendría que abandonar el combate definitivamente.

Estaba prevista la construcción de cuatro unidades, pero tras completarse el primero de ellos, el M-1, se abandonó definitivamente el proyecto, posiblemente porque a los planificadores de la Royal Navy les fue quedando claro que el concepto de monitor submarino no tenía ningún futuro. El M-1 fue botado en julio de 1917, pero no llegó a estar en servicio activo durante la Primera Guerra Mundial.

El 12 de noviembre de 1925, durante unos ejercicios, el M-1 navegaba sumergido por el Canal de la Mancha cuando chocó con el mercante sueco SS Vidar. La colisión abrió una brecha en el casco del submarino, que se hundió a 70 metros de profundidad. Sus 69 tripulantes murieron en el naufragio.

Tan sólo un mes después del hundimiento del M-1 entraba en servicio en la Royal Navy otro submarino que, aunque muy diferente, mantenía la idea de que su arma principal iba a ser la artillería en lugar de los torpedos, el X-1:

x1
El X-1 estaba armado con dos torres giratorias dobles con cañones de 5 pulgadas (127 mm). Fue concebido y diseñado para atacar el tráfico mercante enemigo, a diferencia del M-1, cuyo objetivo teórico era el combate contra buques de guerra. Eso hacía que fuese un buque de legalidad dudosa, ya que si bien el Tratado Naval de Washington de 1922 permitía el arma submarina, prohibía que esta fuese utilizada contra el comercio marítimo. En el caso del M-1, o del Surcouf francés, por su artillería de gran calibre se podía defender que eran submarinos desarrollados para atacar a buques de guerra, pero los cañones del X-1 tan sólo le permitirían enfrentarse a los buques de escolta. Por ese motivo la Royal Navy mantuvo en secreto el desarrollo y la construcción del X-1. Su construcción comenzó en 1921 en los astilleros Chatham. Fue comisionado en diciembre de 1925. En el momento de su entrada en servicio era el submarino más grande del mundo.

La historia operacional del X-1 fue corta. Sus continuas averías hicieron que pasase la mayor parte de su tiempo de servicio en reparaciones. Finalmente pasó a la reserva en 1930. Fue desguazado en diciembre de 1936.


Fuentes:
http://en.wikipedia.org/wiki/HMS_M1
http://www.submerged.co.uk/m2.php
http://en.wikipedia.org/wiki/HMS_X1


El sueño de la conquista del espacio

Todo empezó en 1923 con la publicación en Alemania del libro Cohetes hacia los espacios interplanetarios, escrito por un joven y desconocido físico nacido en 1889 en la ciudad transilvana de Hermannstadt (por aquel entonces perteneciente al Imperio Austrohúngaro, hoy conocida por su nombre rumano, Sibiu) llamado Hermann Julius Oberth. En él se afirmaba que el estado tanto de la ciencia como de la técnica permitían ya entonces la construcción de cohetes tripulados capaces de vencer la atracción del campo gravitatorio terrestre. Oberth consideraba que podía ser rentable la construcción de ese tipo de máquinas si se cumplían determinadas condiciones, y afirmaba que en unos decenios esas condiciones podían darse. En el libro explicaba matemáticamente esas afirmaciones y argumentaba cada uno de los puntos. La obra era en realidad la tesis doctoral de Oberth, que había sido rechazada por "utópica". La reacción de Oberth fue abandonar la universidad y publicarla por su cuenta.

El 5 de junio de 1927 unos entusiastas de los cohetes fundaron el Berlín el Verein für Raumschiffahrt ("Sociedad para la Navegación Espacial"), un club de aficionados cuya meta era llevar a la práctica las ideas formuladas por Oberth. Entre los socios fundadores estaban Willy Ley, Johannes Winkler y Maximilian Valier (que murió en mayo de 1930 en una explosión accidental). Más tarde ingresó un joven alumno de la Universidad Técnica de Berlín llamado Wernher von Braun. Entre 1929 y 1932 este grupo se dedicó a experimentar con cohetes en las proximidades de Berlín.

Miembros del Verein für Raumschiffahrt hacia 1930:


El hombre que está a la derecha del cohete es Hermann Oberth. Los dos de blanco son Rudolf Nebel y Klaus Riedel. El del sombrero Franz Ritter. El joven de la derecha es Wernher von Braun, por entonces un simple ayudante.

El ejército alemán vio en los cohetes posibles armas futuras, aun antes de que comenzase el rearme impulsado por los nazis. En la primavera de 1932 el por aquel entonces capitán Walter Dornberger se dirigió al Verein für Raumschiffahrt y les ofreció financiación militar para sus investigaciones. La mayoría de los socios votó por rechazar la oferta, pero no el joven Von Braun, que la aceptó y comenzó a trabajar por su cuenta con apoyo militar. En un principio las cantidades que recibía del ejército eran modestas, pero en los años siguientes los militares fueron destinando al grupo cada vez más medios y fondos. Finalmente crearon para ellos unos laboratorios experimentales secretos en Peenemünde, en la isla de Usedom, en la costa báltica. Allí se trasladaron en abril de 1937 Von Braun y su equipo de técnicos, inicialmente unas decenas de personas, para continuar con el desarrollo de sus cohetes. A medida que iban consiguiendo éxitos la importancia del proyecto y el apoyo del régimen crecían. Durante la guerra las instalaciones de Peenemünde llegaron a albergar a más de 3.500 personas. También aumentaban las presiones para que el equipo de Von Braun dedicase menos tiempo a la investigación teórica y se centrase en el desarrollo de los misiles balísticos.

El 3 de octubre de 1942 el cohete A-4 logró llevar a cabo por primera vez un vuelo que le permitió alcanzar una altura de 90 Km, sobrepasando el límite teórico de la atmósfera terrestre. Era la primera vez en la historia que un ingenio creado por el hombre salía al espacio. El A-4, de 14 metros de longitud, se dirigía gracias a un accionamiento giroscópico, empleado a lo largo de tres ejes, y mediante el uso de alerones aerodinámicos. Tenía un alcance de 320 Km y un peso al despegue de 12.500 Kg, de los que aproximadamente 10.000 Kg correspondían a la carga útil. Los constructores del cohete lo crearon con el objetivo aún lejano de emplearlo como cohete portador, más que como arma de largo alcance. Los cohetes que se habían construido hasta entonces utilizaban combustible sólido, debido a que no tenían problemas de exceso de peso para su lanzamiento. En cambio el A-4 usaba combustible líquido almacenado en dos depósitos separados, uno de etanol y otro de oxígeno líquido. Al disponer de un depósito de oxígeno para el proceso de combustión, el A-4 se convirtió en el primer aparato volador completamente independiente de la atmósfera, capaz por tanto de viajar por el espacio. Además, los cohetes de combustible líquido se pueden gobernar con más facilidad durante el vuelo: el paso de combustibles a la cámara de combustión se controla mediante válvulas, y puede incluso suspenderse temporalmente. Hay que decir que la idea de usar combustible líquido con sus depósitos de oxígeno independientes para los vuelos más allá de la atmósfera ya había sido formulada décadas antes por el gran precursor de la astronáutica, el ruso Konstantin Tsiolkovski.

Los ingenieros y físicos celebraron su éxito no como un avance de tipo militar, sino como un paso de gran importancia en el camino hacia los viajes espaciales. Wernher von Braun escribió: “El único fallo de este lanzamiento ha sido que el cohete ha aterrizado sobre un planeta equivocado” (una frase humorística, evidentemente exagerada, pero que muestra la motivación que les movía, al igual que el detalle de que la carcasa del A-4 estuviese decorada con una media luna sobre la que se pintó a una joven sentada, un homenaje a una película de la que hablaré más adelante). Después del éxito, el mando militar ordenó producir el A-4 en serie.

El director de los trabajos de desarrollo del A-4, Walter Dornberger, explicó tiempo después las metas que se habían propuesto alcanzar: “En respuesta a nuestra constante demanda de nuevos fondos para el desarrollo de cohetes experimentales, el mando militar nos respondió diciendo que sólo habría fondos para el desarrollo de cohetes capaces de transportar grandes cargas útiles, con extrema precisión y a largas distancias. Me había propuesto como primera meta un cohete de grandes dimensiones capaz de lanzar una tonelada de explosivos a una distancia de 250 Km. Además de las exigencias militares, quise que la dispersión en latitud y en longitud se redujese a tan sólo a un 2 o 3 por mil de la distancia. Limité las dimensiones externas a fin de que el aparato fuese apto para su transporte por carretera sin necesidad de desmontarlo, y que no sobrepasase las dimensiones máximas permitidas para los vehículos de transporte. Nos introdujimos con nuestro cohete en el espacio, y empleamos por primera vez, y esto lo recogerán los anales de la técnica, el espacio como puente entre dos puntos de la tierra. Hemos demostrado que la propulsión mediante cohetes es aplicable a la astronáutica. Junto a la tierra, el agua y el aire, el espacio vacío infinito se convertirá en un futuro en el escenario de vuelos intercontinentales, adquiriendo por tanto importancia política”.

Lanzamiento de prueba de un A-4 en Peenemünde, en el verano de 1943:


Pero aunque el propio director militar del programa, el general Dornberger, destacase por encima de su utilidad militar el valor que tenía como paso adelante en la conquista del espacio, esta no es sólo una historia de inocentes románticos que soñaban con los viajes interplanetarios. También fue el desarrollo de un arma terrible para la que no había defensa posible. El A-4 fabricado en serie pasó a denominarse V-2 (Vergeltungswaffe Zwei, "Arma de Represalia 2"), el primer gran misil balístico de la historia. En los últimos meses de la guerra fueron lanzados más de 4.300, la mayor parte de ellos contra las ciudades de Amberes y Londres, que causaron la muerte de un número estimado de 7.250 personas. Además las V-2 se producían en la gran fábrica subterránea Mittelwerk, que utilizaba como mano de obra esclava a prisioneros provenientes del campo de concentración de Buchenwald, obligados a vivir y trabajar en condiciones inhumanas. La fabricación de los cohetes costó la vida a miles de ellos.

Èn mayo de 1945, en los últimos días de la guerra, Von Braun y la mayor parte de su equipo abandonaron Peenemünde huyendo del avance de las tropas soviéticas y se dirigieron al sur para entregarse a los norteamericanos. En Estados Unidos los "pecadillos" del SS-Sturmbannführer Wernher von Braun fueron perdonados, y él y muchos de sus colaboradores comenzaron a desarrollar cohetes para sus antiguos enemigos. Von Braun empezó trabajando para la fuerza aérea estadounidense, y más tarde para la NASA. Eran los inicios de la guerra fría y de la carrera espacial con la Unión Soviética, y Von Braun y su equipo pudieron tener a su disposición recursos casi ilimitados. En la década de los 60, cuando dirigía el desarrollo de los gigantescos cohetes Saturno dentro del Programa Apolo, Von Braun era toda una celebridad, la auténtica imagen pública de la agencia espacial estadounidense.

El 20 de julio de 1969 un cohete Saturno V llevaba hasta la Luna una nave tripulada. Por primera vez el hombre caminaba sobre un astro fuera de la Tierra. Finalmente el sueño que aquellos locos de los cohetes habían tenido cuarenta años antes se había cumplido.

Fotografía de 1956 en la que aparecen los directores del programa de desarrollo de misiles para el ejército estadounidense (conocido como ABMA, Army Ballistic Missile Agency):


El que está en primer término es Hermann Oberth, el pionero. Sentado en la mesa, detrás de él a su izquierda Wernher von Braun, antiguo discípulo suyo y en aquella época su jefe (era el director del programa). Los otros dos civiles son el doctor Ernst Stuhlinger, sentado a la derecha de Oberth, y el doctor Robert Lusser, de pie detrás de Von Braun, ambos alemanes y colaboradores de Von Braun desde Peenemünde. El militar es el general estadounidense Holger Toftoy.

Una curiosidad: En 1928 el director de cine alemán Fritz Lang rodó Fraum in Mond ("La mujer en la luna"), una película de ciencia-ficción que contaba la historia de un viaje de un grupo de cazafortunas a la Luna. Años después, durante la guerra, se prohibió la exhibición de la película en Alemania, la Gestapo incautó todas la copias que pudieron ser localizadas, y también los apuntes de escenografía y diseño. Su delito: el gran parecido del cohete que aparecía en ella y su rampa de lanzamiento con las V-2. No fue casualidad: Lang era muy cuidadoso con los detalles técnicos, y en ese tema sus asesores habían sido dos conocidos expertos, Hermann Oberth y uno de los cofundadores del Verein für Raumschiffahrt, Willy Ley.

Fuentes principales:
Carl Sagan: Cosmos
http://gas-astronomia.freevar.com/astronautica/historia_cap1.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Cohete_V2
http://es.wikipedia.org/wiki/Hermann_Julius_Oberth
http://en.wikipedia.org/wiki/Verein_f%C3%BCr_Raumschiffahrt
http://www.daviddarling.info/encyclopedia/V/Verein_fur_Raumschiffahrt.html

Operación Foxley

En junio de 1944 un coronel francés se puso en contacto con la delegación del SOE en Argel afirmando tener información de vital importancia. Según decía, Hitler estaba en esos momentos alojado en una mansión próxima a Perpiñán, en el suroeste de Francia. El coronel proponía lanzar un ataque aéreo o ejecutar una operación de comandos para acabar con él. El SOE de Argel envió la información a Londres, con carácter urgentísimo, añadiendo que provenía de una fuente fiable y sugiriendo el bombardeo inmediato de la villa. Aunque lo cierto es que la información no pareció tan fiable al SOE en Londres como a sus agentes en Argel (de hecho el plan fue rechazado, y con razón, porque Hitler no estaba en Perpiñán), cuando la cuestión llegó a Londres obligó al SOE y al gobierno británico a plantearse seriamente las posibilidades y las consecuencias de poner en marcha una operación con el objetivo de asesinar a Hitler.

En una reunión celebrada el 28 de junio de 1944 el jefe del SOE, el general Colin Gubbins, encargó un estudio que tratase de la posibilidad de preparación y las mejores opciones para llevar a cabo un atentado contra Hitler. El general Gubbins dijo a sus hombres: “En algún momento del futuro próximo, de cualquier forma, Hitler desaparecerá de escena, incluso aunque no seamos nosotros los agentes directos de su eliminación; podemos al menos preparar tal acción para promover su desaparición, pues esa será la mejor contribución para una situación más favorable para los aliados”. Había nacido la Operación Foxley.

A pesar de las muchas reticencias iniciales, la idea fue ganando apoyos, tanto desde el punto de vista de los militares, como desde el de los políticos. El general Hastings Ismay, secretario del Gabinete de Guerra, dijo a Churchill que los jefes de Estado Mayor eran unánimes en cuanto a la idea de que “desde el punto de vista estrictamente militar, sería casi una ventaja que Hitler continuase controlando la estrategia militar, teniendo en cuenta los errores que ha cometido, pero, desde un punto de vista más amplio, cuanto más rápidamente sea apartado mejor”. Uno de los mayores defensores de la operación fue el Vicemariscal del Aire A. P. Ritchie, consejero de aeronáutica del SOE, con el que se reunía una vez por semana. Decía que Hitler estaba considerado un superhombre por la mayoría de la población alemana. Como afirmaba Ritchie: “Eliminen a Hitler y nada quedará”. A nivel político también el ministro de Asuntos Exteriores, Sir Anthony Eden, aprobó la idea. Asimismo, el SOE también obtuvo el visto bueno del jefe del MI-6, Sir Stewart Menzies, que aceptó colaborar con la información que tuviesen sobre Hitler. Parte fundamental del plan tenía que ser la obtención de la mayor cantidad posible de información sobre el paradero y los hábitos del Führer.

El estudio fue completado en noviembre de 1944, firmado por un agente desconocido identificado únicamente como LB/X. Incluía gran cantidad de información recopilada sobre cuestiones como la apariencia física de Hitler, sus hábitos y aficiones, las medidas de seguridad en Berghof o en el tren especial del Führer. En el informe hay descripciones detalladas de sus hábitos, como: “Hitler se acuesta tarde. Nunca se levanta antes de las 9 o las 10 (…) Come a las 16 horas (sólo vegetales) (…) A la 1 o 1,30 cena, comiendo lo mismo que comió por la tarde (…) A las 3 o las 4, o más tarde, se va a dormir”. Hay que decir que esos rutinas diarias han sido confirmados más tarde por muchos historiadores, lo que nos indica el buen trabajo de los informadores del MI-6. También se daban detalles sobre las patrullas de vigilancia y planos de las dependencias privadas de Hitler y de su tren especial. Se dice que el principal informante fue un oficial alemán capturado en Normandía, que había pertenecido a la guardia personal de Hitler.


En el informe se detallaban varios métodos posibles para el asesinato. Al principio se pensó utilizar armas químicas o bacteriológicas. Se estudió también la posibilidad de utilizar veneno. En los documentos de la Operación Foxley se menciona una sustancia mortal no especificada que podía ser utilizada porque tenía la ventaja de su acción retardada. En uno de los documentos se explica que “Hitler, de acuerdo con informaciones fidedignas, está enviciado con el té. Siempre lo toma con leche. Como lo primero que echa en la taza es la leche, es poco probable que la opalescencia del té (a causa del veneno) fuese notada, cuando éste fuese vertido en la taza”. Un oficial del SOE llegó a sugerir que se podía hipnotizar a Rudolf Hess y mandarlo de regreso a Alemania para que fuese él quien hiciese el trabajo. Finalmente el informe concluía con la sugerencia de las dos líneas de actuación con más probabilidades de éxito. La primera de ellas consistiría en atentar contra Hitler cuando éste estuviese trasladándose en su tren especial, bien mediante un ataque con explosivos o un sabotaje que lo hiciese descarrilar, o bien envenenando su suministro de agua. El problema era que los viajes del tren del Führer se programaban de forma muy irregular, no había ningún tipo de rutina que les sirviese para preparar el ataque, y no había forma de saber cuándo iba a pasar por un determinado tramo. Incluso las estaciones por las que iba a pasar eran informadas con poco tiempo de antelación. La última opción, y la que parecía más factible, consistiría en infiltrar un francotirador en Berghof, la residencia de Hitler cerca de Berchtesgaden, en los Alpes Bávaros. Aunque las medidas de seguridad en Berghof eran muy estrictas, un tirador podría aprovechar las características del terreno, muy montañoso y boscoso. Además se sabía que había habitualmente un número importante de trabajadores extranjeros en la zona, lo que facilitaría los movimientos de los agentes enviados.

Por lo que se sabía de las rutinas de Hitler, éste acostumbraba a dar largos paseos fuera del recinto protegido, solo o en compañía de un grupo reducido de gente de confianza. Todas las tardes hacía a pie el camino que iba desde su residencia hasta el “Mooslahnerkopf”, una casita de té situada a un kilómetro y medio. Allí tomaba una manzanilla y un trozo de tarta de manzana, y se quedaba un rato durmiendo. Luego pedía que le fuesen a buscar en coche para regresar. Para un francotirador era una oportunidad perfecta, con su objetivo al aire libre, probablemente solo, y alejado de las medidas de seguridad más fuertes, que se centraban en vigilar el complejo del Berghof. Se pensó en un equipo de dos tiradores armados con fusiles con balas explosivas. Otra posibilidad era que el segundo de ellos estuviese armado con un lanzagranadas para, en el caso de que fallase su compañero, atacar al coche de Hitler en su regreso a Berghof. Los asesinos llevarían uniformes de las tropas de montaña alemanas y estarían armados con fusiles Mauser con mira telescópica y granadas para autoprotección.

La operación Foxley quedó en su fase de estudio, aunque se llegó a contactar con un posible candidato a asesino, un capitán llamado Edmund Bennett, agregado militar en la embajada de Washington. Pero eso ocurrió ya en marzo de 1945, hasta entonces en el expediente de la operación Foxley no aparecen más nombres de agentes seleccionados para ella, no llegó a iniciarse la fase de preparación operativa, ni el entrenamiento ni la preparación logística. El primer problema que habrían tenido en el caso de que se hubiese dado vía libre al plan era la falta de información reciente sobre la vida de Hitler y sus medidas de seguridad. Después del atentado del 20 de julio de 1944 la seguridad del Führer se había reforzado enormemente. De hecho, aunque el SOE hubiese logrado infiltrar a un francotirador en el Berghof, la misión habría sido un fracaso, porque Hitler nunca volvió a Berchtesgaden desde que salió de allí por última vez el 14 de julio de 1944.

No se conocen los motivos por los que el SOE pensó en el capitán Bennett para la misión. En el expediente hay un curioso intercambio de mensajes entre un agente del SOE en Nueva York y sus superiores en Londres. El 16 de marzo de 1945 el SOE envió un telegrama a su agente con instrucciones de sondear al capitán Bennett para saber si estaría dispuesto a participar en la operación. La respuesta del agente fue: “El, lejos de acobardarse con mis indicaciones sobre las posibles dificultades de la misión, se mostró aún más entusiasmado. Dice que le gustaría conseguir un empleo clandestino permanente, y sería feliz de poder vivir en Alemania una vez que la guerra acabase”. La respuesta le llegó en un telegrama fechado el 26 de marzo: “En las presentes circunstancias, no vemos una buena razón para solicitar la asistencia de ese funcionario. Podemos volver al asunto más tarde”. Finalmente el 6 de abril el general Gobbins zanjó el tema: “Este tipo de operación no está siendo considerado en este momento”.

Además de las evidentes dificultades técnicas y logísticas que entrañaba una operación de esa naturaleza, había otra cuestión que frenaba los preparativos de la operación Foxley: ¿Realmente era una ventaja acabar con Hitler? Aparte de las cuestiones éticas, y de las reticencias a que el gobierno británico se viese implicado en el asesinato de un jefe de estado, había otras consideraciones, como qué ocurriría después, quién tomaría el poder en Alemania, si no se convertiría a Hitler en un mártir, o si no sería preferible que terminase la guerra con vida para poder recibir su castigo. Y había otro argumento, posiblemente el más convincente de todos: para los aliados era preferible que la estrategia del enemigo la siguiese marcando Hitler, con sus decisiones absurdas y arbitrarias, en lugar de propiciar que fuese sustituido por militares más capacitados. El teniente coronel Thornley, comandante de la Sección X (la sección alemana de SOE) lo expresó con estas palabras:

“Como estratega, Hitler ha sido una grandísima ayuda al esfuerzo de guerra británico... Su utilidad para nosotros ha sido equivalente a un número casi ilimitado de agentes del SOE de primera clase estratégicamente situados dentro de Alemania... Sigue estando en una posición que le permite desestimar las operaciones militares más sólidas y, de ese modo, ayudar enormemente a la causa de los aliados”.

En noviembre de 1944, fecha de la finalización del estudio, estas consideraciones seguían siendo motivo de discusión en los ámbitos de decisión militares y políticos. Pero con el paso de los meses y las derrotas alemanas en todos los frentes la Operación Foxley se veía cada vez menos necesaria, y el proyecto acabó definitivamente descartado y olvidado. En julio de 1998 el expediente de la Operación Foxley, un documento de 122 páginas, fue desclasificado por el Departamento de Registros Públicos de Gran Bretaña. Fue entonces cuando el mundo conoció el plan británico para asesinar a Hitler, que había permanecido en secreto durante medio siglo.


Fuentes:
Roger Moorhouse: Matar a Hitler
http://www.portalperfeicao.hpg.com.br/2guerra6.htm
http://www.elmundoenguerra.com/?tag=matar
http://www.bbc.co.uk/history/worldwars/wwtwo/foxley_report_01.shtml

El espía que quiso matar a Hitler


Uno de los agentes de inteligencia más pintorescos de la guerra fue Eddie Chapman, más conocido como "Zigzag", su nombre clave para la inteligencia británica (los alemanes le llamaban "Fritz" o "Fritzchen"). Chapman, de 26 años, era un delincuente común con un largo historial delictivo, un ladrón experto en reventar cerraduras y volar cajas fuertes, que en 1940 estaba cumpliendo condena por robo en una prisión de Jersey (una de las islas Anglonormandas, un enclave británico frente a la costa de la Normandía francesa). Cuando los alemanes ocuparon la isla le sacaron de la cárcel y le reclutaron como agente del Abwehr. Fue enviado a Francia, donde le entrenaron para realizar misiones de inteligencia y sabotaje en Gran Bretaña. En diciembre de 1942 fue lanzado en paracaídas sobre Inglaterra, pero nada más pisar suelo británico Chapman se dirigió a la policía, se entregó y ofreció a los ingleses sus servicios como agente doble. Su historia es bastante conocida, incluso se hizo una película sobre él (Triple Cross, de 1966), pero hace un tiempo, después de que el MI-5 desclasificara un lote de documentos de la época, salió a la luz un desconocido plan que el propio Chapman había propuesto a sus superiores británicos: Zigzag se ofrecía para asesinar a Hitler en un atentado suicida. Su ofrecimiento fue rechazado.

Chapman hizo la propuesta a su controlador en el MI-5, Ronnie Reed. Contó que su superior en el Abwehr, un hombre al que sólo conocía como "doctor Graumann", le había prometido que si cumplía con éxito su misión en Inglaterra le llevaría a un mitin nazi y le situaría en una posición de privilegio, en la primera o segunda fila, cerca del Führer. Chapman proponía llevar explosivos encima y hacerlos estallar durante el mitin. Reed le hizo ver que sería una msión suicida, a lo que Chapman respondió: "Ah, pero qué manera de morir".

Reed se tomó en serio la propuesta de Chapman, tanto que informó por escrito de ella a sus superiores en el MI-5. Parece que el tema se estudió e incluso Winston Churchill llegó a conocerlo e interearse por él, pero finalmente el plan fue rechazado por motivos que no se conocen. Cuando Chapman regresó a Alemania, sus superiores británicos le ordenaron "no llevar a cabo ninguna empresa disparatada".

Se ha especulado con la posibilidad de que su superior alemán, el doctor Graumann (un oficial del Abwehr antinazi cuyo nombre auténtico era Stephan von Gröning), hizo la propuesta a Chapman precisamente esperando que éste quisiese aprovechar la ocasión para asesinar a Hitler, pero eso a mí me parece mucho suponer. Chapman era un aventurero, no un patriota ni un idealista, del que ni los alemanes ni los británicos esperarían que se ofreciese para una operación sin ninguna posibilidad de supervivencia. Bueno, lo cierto es que quien mejor le conocía, el agente Reed, afirmaba en su informe que Chapman actuaba motivado por su intenso patriotismo, aunque otro agente del MI-5 era de una opinión algo distinta: "Chapman se amaba a sí mismo, amaba la aventura y a su país, probablemente en ese orden". Yo más bien creo que el oficial alemán lo único que buscaba era motivarle, alimentar un poco su ego haciéndole ver que su misión era muy importante para los alemanes y que si tenía éxito en ella iba a ser tratado con todos los honores en Alemania.

Sobre las razones por las que la propuesta de Chapman fue rechazada, mi opinión es que el MI-5 no vio que tuviese posibilidades de éxito, y no quiso arriesgar un agente valioso en un plan sin ningún futuro. Después de todo, sólo se basaba en unas palabras de un agente alemán que se ofreció a llevar a Chapman a un mitin de Hitler y ponerle en primera o segunda fila. Ni siquiera sabemos si llegó a ir a ese mitin o si llegó a estar alguna vez de verdad cerca del Führer.

Por cierto, Chapman efectivamente viajó a Alemania tras cumplir "con éxito" su misión, un sabotaje en la fábrica de aviones de De Havilland (eso fue lo que hicieron creer a los alemanes). Después fue destinado a Noruega como instructor en una escuela de espías antes de ser enviado nuevamente a Gran Bretaña en 1944, para informar de los efectos de las V-1 y ayudar a los alemanes a corregir su trayectoria. Por supuesto, todos los datos que enviaba eran falsos.

Después de la guerra, en pago por sus servicios, Zigzag recibió 6.000 libras esterlinas y un indulto por sus delitos anteriores. Chapman afirmó haber sido condecorado por los alemanes con la Cruz de Hierro, lo que le convertiría en el único británico que recibió esa condecoración, pero hay dudas más que razonables al respecto.

Fotografías de la ficha policial de Chapman:


Fuentes:
http://www.elpais.com/articulo/internacional/espia/quiso/asesinar/Hitler/
elpepuint/20070109elpepuint_11/Tes
http://agaudi.wordpress.com/2007/01/15/eddie-chapman-y-el-plan-para-asesinar-a-hitler/
http://es.wikipedia.org/wiki/Eddie_Chapman


Tsurugi

En la batalla del Golfo del Leyte el Kamikaze pilló por sorpresa a los estadounidenses, pero la marina norteamericana pronto aprendió a hacer frente a los ataques suicidas. Unos meses después, en Okinawa, la flota aliada montó una barrera defensiva de radar y artillería antiaérea que menos de un diez por ciento de los kamikazes conseguía traspasar. En Okinawa los japoneses recurrieron a las grandes operaciones Kikusui, ataques coordinados desde varias direcciones en los que participaban decenas de aviones suicidas y otros tantos de escolta y apoyo. Sin embargo, los resultados en Okinawa fueron comparativamente peores a los inicios de las escuadrillas especiales de ataque en las Filipinas: Un mínimo de 1.450 aviones kamikaze lograron hundir tan sólo 16 buques enemigos, el mismo número que la tercera parte de ellos había hundido en las Filipinas. Además ninguno de los buques hundidos tenía categoría superior a destructor, mientras que en Leyte se habían logrado éxitos importantes, como el hundimiento de dos portaaviones enemigos. Pero lo que se vio en Okinawa no era nada comparado con lo que se estaba preparando para la defensa de Kyushu, la más meridional de las grandes islas japonesas. Los japoneses planeaban utilizar 2.000 aviones en ataques suicidas contra las fuerzas de desembarco aliadas en los primeros días de la invasión.

Ya en los últimos meses de la guerra las unidades suicidas tuvieron que recurrir prácticamente a todo lo que pudiese volar. Al comienzo usaban los mismos tipos de aviones que estaban en servicio en las escuadrillas convencionales, o bien modelos que se habían quedado anticuados, pero con el tiempo se fueron quedando sin aviones, incluso sin los que eran inservibles para otros usos. Era inevitable que los japoneses acabasen fabricando algún tipo de avión sencillo y barato para usar exclusivamente en misiones suicidas. Así nació el Nakajima Ki-115 Tsurugi:

tsurugi
El Tsurugi (el nombre es el de una clase de espada japonesa) fue desarrollado por encargo del Ejército Imperial, así que hablando en propiedad no estaba destinado a las escuadrillas Kamikaze, que es como se conoce popularmente a las unidades suicidas de la Marina (al igual que los Hiryu To-Go, de los que hablé en otro post). Su diseño comenzó en enero de 1945, y tan sólo dos meses después ya se estaban fabricando las primeras unidades. Se construyeron en total 105 aparatos, pero no se llegó a utilizar ninguno en combate, porque estaban siendo fabricados para ser usados por centenares para hacer frente a la invasión de Japón. Se buscaba un avión sencillo, barato, rápido de construir y fácil de pilotar, para usar exclusivamente en misiones suicidas. Era importante que su pilotaje fuese sencillo, porque uno de los motivos por los que los japoneses iban a recurrir masivamente a los kamikazes era que además de quedarse sin aviones, también se estaban quedando sin pilotos. Entre las bajas en combate y los suicidios, los pilotos experimentados casi habían desaparecido. Se entrenaba a jóvenes pilotos casi lo justo para que pudiesen cumplir la que iba a ser su única misión, porque tampoco había tiempo para darles una preparación a fondo.

El fuselaje del Ki-115 era de madera, cilíndrico, y sus dimensiones 8,60 metros de envergadura por 8,55 de longitud. Podía llevar únicamente una bomba de 500 o de 800 Kg. Su autonomía era de 1200 Km y su velocidad máxima de 550 Km/h.

El tren de aterrizaje se desprendía momentos después del despegue para poder ser reutilizado por otro aparato. Total, no lo iban a volver a necesitar...

nakajima ki115

Fuentes:
http://www.aviastar.org/air/japan/nakajima_ki-115.php
http://www.century-of-flight.freeola.com/Aviation%20history/photo_albums/timeline/ww2/kamikaze.htm