El macabro trono del Emperador

Y hablando de Menelik II...

Se cuenta que en una ocasión unos estadounidenses que visitaban Addis Abeba se quedaron escandalizados al pasar por delante del árbol de los ahorcados y ver los cuerpos que permanecían colgados de sus ramas para escarmiento público. Más tarde tuvieron el honor de ser recibidos en audiencia por el Emperador y aprovecharon para comentarle que en su país tenían un método mucho más moderno y "civilizado" de ajusticiar a los criminales: la silla eléctrica. Menelik quedó fascinado por las explicaciones que le daban los norteamericanos sobre aquel maravilloso invento, e inmediatamente se puso en contacto con la empresa que fabricaba las sillas para hacer un pedido de tres unidades. Pero al recibirlas descubrió algo que nadie le había contado: las sillas eléctricas funcionaban con electricidad, y en Abisinia todavía no existía una red eléctrica. Se dice que el Emperador decidió sacar algo de provecho de aquella inútil inversión convirtiendo una de las sillas en su trono imperial.

Lo más probable es que esta leyenda tenga poco de verdad. Por alguna extraña razón (¿racismo, tal vez?) Menelik es un soberano con muy mala prensa. Por ejemplo, en la Wikipedia en español se dice que murió devorando una Biblia, ya que creía que el papel de los libros sagrados tenía propiedades curativas. Pero lo cierto es que el Emperador Menelik II fue un gran estadista, que unificó su país, dividido hasta entonces en reinos semiindependientes, evitó la invasión italiana y logró el reconocimiento internacional (Abisinia y Liberia fueron en su época los dos únicos estados independientes de toda África). También modernizó el país, introduciendo grandes avances, y entre ellos, precisamente, la electricidad. No es muy creíble que no se diese cuenta de que algo que se llamaba silla eléctrica iba a necesitar energía eléctrica para funcionar.

El misterio del príncipe legionario

Shervington Micheline afirmaba ser el príncipe heredero de Abisinia, nieto del Emperador Melenik II, el gran monarca que a finales del siglo XIX había unificado el país y asegurado su independencia derrotando a los invasores italianos. Según contaba Shervington, las intrigas palaciegas le habían obligado a huir de Etiopía dejando la corona en manos de su tía, la Emperatriz Zewditu I. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió en el ejército francés, y al acabar el conflicto llegó a España, iniciando una larga gira por ciudades como Madrid, Toledo, Coruña, Vigo y Astorga, con el objeto, según decía, de realizar un estudio sobre el arma de artillería española. En 1921 se alistó en el Tercio de Extranjeros, el cuerpo militar que acababa de crearse en el Marruecos español siguiendo el modelo de la Legión Extranjera francesa.

Lo más probable es que Shervington se alistase por un periodo de tres años y completase su tiempo de servicio, aunque lo que publicó la prensa de la época en marzo de 1924 fue que "abandonó sus deberes con el ejército al ser proclamado Emperador de Abisinia". En lugar de regresar a su país, donde supuestamente le esperaba el trono, Shervington se estableció por un tiempo en Córdoba. Cuentan las crónicas que su presencia en la ciudad andaluza causó gran conmoción. El príncipe (no se sabe por qué motivo recuperó esa condición) era continuamente agasajado por las familias de la alta sociedad cordobesa, que le invitaban a recepciones, bailes y todo tipo de saraos.

Mundo Gráfico, junio 1924

El Sol, 18 septiembre 1924

Una enfermedad obligó a Shervington a permanecer en Córdoba más tiempo del que tenía previsto. Cuando estuvo repuesto viajó a Astorga, la localidad leonesa que había visitado tres años antes. Llegó en un lujoso automóvil, haciendo ostentación de riqueza y acompañado de un supuesto secretario llamado Ricardo. En su anterior estancia en la capital maragata había hecho amistad con un importante empresario local de la industria del chocolate llamado José Rubio Valcarce. Era tanta la confianza que el industrial tenía en Shervington que le propuso ser el padrino de Covadonga, su hija recién nacida. Pero el interés de Shervington por Astorga no se debía solo a su amistad con la familia del señor Rubio. Desde su anterior visita, el príncipe había estado manteniendo una relación epistolar con una joven astorgana. Se dice que llegó a prometer a su amada que la convertiría en Emperatriz de Abisinia. Al parecer, la señorita declinó tan tentadora oferta, y en octubre de 1924 Shervington, quizá con el corazón roto, se marchó a Londres. Prometió volver, pero nunca lo hizo.

En septiembre de 1925 apareció una información en la prensa internacional según la cual el príncipe Shervington, heredero de la corona abisinia, había sido multado por un juez de la ciudad irlandesa de Cork por no haberse registrado como extranjero. También se decía que el príncipe estaba pendiente de deportación. Después de eso su pista se pierde definitivamente.

Shervington había declarado a la justicia irlandesa que era hijo del "príncipe de Kenia", hijo a su vez del emperador Melenik. Lo cierto es que Melenik II no tuvo ningún hijo varón, o al menos ninguno reconocido. Sí es verdad que aquella fue una época de intrigas dinásticas en la corte abisinia. Un sobrino de la Emperatriz Zewditu I había reinado brevemente con el nombre de Iyasu V, aunque nunca llegó a ser coronado, y, en la época en la que Shervington estuvo en España, permanecía prisionero de su tía sin poder abandonar el palacio.

¿Quién era en realidad Shervington Micheline?

Una gran bobada

La estación de radio de Nauen era un centro de investigación en sistemas de "telegrafía sin hilos" propiedad de la compañía alemana Telefunken. Desde su entrada en servicio en 1906, los técnicos de Telefunken trabajaban allí en el desarrollo de equipos de radiocomunicación entre Alemania y sus colonias en África y el Pacífico.

Durante la Primera Guerra Mundial Nauen adquirió una importancia inesperada. La Royal Navy había cortado los cables transatlánticos que partían de Alemania, de modo que la radio se convirtió en el único medio por el que el país podía seguir en comunicación directa con sus colonias. La estación quedó bajo el control de la Kaiserliche Marine, aunque continuaba dirigida por un civil, el ingeniero de Telefunken Hans Bredow.

En 1916 Bredow dio un gran impulso al desarrollo de la estación, ampliando las instalaciones e incrementando su capacidad funcional. Por esa misma época los radiooperadores encargados de las transmisiones comenzaron a amenizar las aburridas comunicaciones oficiales insertando espacios de música o charlas habladas... hasta que la Kaiserliche Marine se lo prohibió. Para los militares, los espacios radiofónicos de entretenimiento eran “una gran bobada” sin ningún futuro.

En octubre de 1920 la empresa estadounidense Westinghouse obtuvo la licencia de emisión para la primera estación de radio comercial del mundo, la KDKA. con la intención de informar sobre las elecciones presidenciales de aquel año. Las instalaciones se completaron justo a tiempo, y el 2 de noviembre de 1920 se emitió el primer programa electoral radiofónico de la historia. Nacía así la radio comercial y comenzaba la era de los medios de comunicación de masas.

Bruno Lüdke, el monstruo de Köpenick


Bruno era el cuarto de los seis hijos de Otto y Emma Lüdke, los propietarios de una lavandería en Köpenick, una pequeña ciudad del extrarradio de Berlín. Desde una edad temprana empezó a dar señales de tener una deficiencia intelectual. Inició sus estudios en la escuela pública de su barrio, pero era incapaz de seguir el ritmo de los niños de su edad, y con once años los profesores acabaron por enviarle a un colegio para alumnos con problemas de aprendizaje. No estuvo mucho tiempo allí. En 1922, a los catorce años, dejó la escuela y comenzó a trabajar en la lavandería familiar.

En 1937 su padre Otto murió de cáncer de laringe, y Bruno se vio obligado a encargarse del trabajo pesado del negocio. En esos años tuvo numerosos problemas con la policía. Era muy conocido en el pueblo como un ladrón de poca monta y un voyeur que acechaba a las niñas y las mujeres. También se decía que era un sádico al que le producía placer tratar con crueldad a los animales. Varias personas le denunciaron por maltratar al caballo que tiraba de la carreta de la lavandería, aunque, después de pasar por algunas pruebas médicas, se le permitió seguir conduciendo el carro.

El 31 de enero de 1943 unos niños descubrieron el cadáver de una mujer en un bosque cercano a Köpenick. Resultó ser Frieda Rössener, una viuda de 59 años que residía cerca de allí. Había sido asesinada dos días antes, estrangulada con su propio chal, presentaba señales de abuso sexual post-mortem y su bolso había desaparecido. Inmediatamente la policía de Köpenick avisó al departamento de homicidios de Berlín. Ese mismo día llegó de la capital un grupo de tres detectives al mando del Kriminalkommisar Heinrich Franz para hacerse cargo de la investigación. Cuando los vecinos mencionaron el comportamiento extraño de Lüdke, Franz ordenó detenerle para interrogarle como sospechoso. Poco después Bruno confesó que había estrangulado a la señora Rössener.

La sorpresa llegó cuando Lüdke continuó confesando crímenes. Los interrogatorios de Franz descubrieron que Bruno era responsable del asesinato de al menos 51 mujeres en un periodo de quince años, entre 1928 y 1943. El Kriminalkommisar trabajó varios meses comprobando los casos y descubrió que los datos que le daba Lüdke corroboraban los recogidos en los informes.

Bruno Lüdke murió en abril de 1944 en Viena, en circunstancias poco claras. Posiblemente fue ejecutado extraoficialmente en un calabozo de la policía. Según otra versión, fue usado como conejillo de indias en un instituto de investigación criminológica de las SS (lo que explicaría su traslado a Viena) y falleció “por accidente” durante un experimento. Hay fuentes que elevan su cifra de sus víctimas a más de 80. Está considerado uno de los asesinos en serie más sanguinarios de la historia de Europa.

Y hasta aquí la historia oficial.

Décadas después algunos investigadores comenzaron a poner en duda esta versión de los hechos. Y es cierto que algunos aspectos son muy difíciles de creer. ¿Cómo pudo un hombre tan limitado intelectualmente como Bruno Lüdke cometer decenas de crímenes a lo largo de tantos años sin ser descubierto? La mayor parte de los asesinatos habían tenido lugar durante el gobierno nacional-socialista, donde el control del Estado sobre la población llegó a ser asfixiante. Incluso continuaron después del comienzo de la guerra, cuando los trenes y los caminos se llenaron de controles policiales en busca de desertores y prisioneros fugados. Muchos de los supuestos crímenes de Bruno se habían cometido en el área de Berlín, pero también había otros de lugares alejados, como las ciudades de Hamburgo y Munich. Y Bruno tenía evidentes problemas para orientarse, no conocía la geografía de Alemania (no distinguía provincias de ciudades) y ni siquiera sabía comprar un billete de tren. Sin embargo, teóricamente, se movía por todo el Reich, en ferrocarril, en bicicleta o a pie, cometía sus crímenes y regresaba a casa sin llamar la atención, y, más extraño aún, sin que nadie en Köpenick hubiese detectado su ausencia.

Las únicas pruebas que había contra Bruno Lüdke eran sus confesiones. No parecía seguir un modus operandi concreto, ni dejaba una firma en sus crímenes (similitudes claras entre ellos que indicasen que eran obra de una misma persona). El móvil más habitual parecía ser el sexual, pero no siempre era así. Tampoco había ni una sola prueba física que le relacionase con los asesinatos. Ni una huella dactilar. Un cuidado por no incriminarse que resulta extraño, viniendo de una persona que, en una ocasión que robó una gallina, no se le ocurrió otra cosa que entrar con ella en una cervecería.

En contra de lo que afirmó el comisario Franz, los investigadores modernos aseguran que Bruno no tenía antecedentes por delitos sexuales. Era un hombre pacífico, sin amigos ni enemigos, y sin aparente interés por las mujeres. Sus únicos vicios conocidos eran el tabaco y alguna cerveza ocasional. Es cierto que le acusaron de maltratar a su caballo, un episodio que serviría para sumar a sus supuestas perversiones sexuales un historial de sadismo, aunque en aquella ocasión un tribunal de Berlín acabó decretando que era apto para manejar caballerías. Sus antecedentes policiales eran por pequeños hurtos. El más grave era una condena de tres meses por robo de madera, en otra ocasión estuvo en prisión preventiva por robar un pato, y un mes después le volvieron a pillar cuando intentaba vender en un bar una gallina robada. Esos antecedentes, y el hecho de que conociese a la víctima, bastarían para que el Kriminalkommissar Franz interrogase a Bruno entre una amplia lista de “sospechosos habituales”. Fue arrestado el 18 de marzo de 1943, casi dos meses después del asesinato de la señora Rössener, sin que hubiese ninguna prueba contra él y sin que, que se sepa, ninguno de sus vecinos le señalase como sospechoso.

Y si era inocente ¿por qué confesó Bruno Lüdke? Hay quien cree que fue una víctima del ambicioso Kriminalkommissar Franz, quien desde los primeros interrogatorios se habría dado cuenta de que podía manejarle e incitarle a declarar cualquier cosa.

Después de confesar el asesinato de Rieda Rössener, Bruno afirmó haber cometido también los de Käthe Mundt, Bertha Schulz y el matrimonio Umann. Franz aparentó no saber nada de aquellos casos hasta que Bruno los mencionó, pero según Jan Blaauw, un ex-policía holandés que investigó el caso en los años 90, el comisario mentía, ya que previamente había consultado los expedientes en los archivos policiales de Berlín. Igual que ocurría con la muerte de la viuda, las pruebas contra Bruno en aquellos crímenes se limitaban a su confesión, sin que pudiese reforzarla con alguna pista sobre el paradero de los objetos robados o detalles sobre los lugares en que se cometieron.

Ese fue solo el principio. La lista fue aumentando hasta llegar a los 51 asesinatos confirmados. Bruno parecía seguir el orden que le proponía Franz. Las primeras veinte confesiones fueron de crímenes cometidos en Berlín y sus alrededores, pero a partir de ahí comenzó a “acordarse” de otros casos no resueltos en el resto de Alemania. Había un patrón que se repetía en los interrogatorios: las primeras veces que Franz mencionaba un caso, Bruno aparentaba no saber nada. Varias entrevistas después, comenzaba a recordar y a dar detalles. Supuestamente, esos “recuerdos” habían sido inducidos por Franz.

El comisario Franz fue el único interrogador de Bruno durante la investigación. En las entrevistas consiguió ganarse su confianza tratándole con amabilidad. Es posible que le convenciese de que no tenía nada que temer de la policía, ya que al ser deficiente mental no podía ser juzgado, y que cuanto antes dijese todo lo que los policías querían oír, antes regresaría a casa. También puede que Bruno se sintiese fascinado por todo el interés que despertaba. Le llevaban de un lado a otro del país, le hacían fotos, le daban buena comida y tabaco... Y lo único que tenía que hacer para que aquello no se acabase era seguir confesando asesinatos.

Si de verdad el caso de Bruno Lüdke fue un montaje del Kriminalkommissar Franz, parece difícil que no contara como mínimo con el silencio cómplice de otros policías y de sus superiores, que no habrían tardado en darse cuenta de que Bruno estaba confesando crímenes que no podía haber cometido. La KRIPO (policía criminal) estaba bajo el control de la RSHA, el Servicio de Seguridad del Reich, parte a su vez del imperio de las SS. Aquel era un caso demasiado llamativo, que sin duda tuvo que alarmar a los responsables políticos. En la Alemania nacional-socialista era impensable que pudiese surgir un monstruo como Lüdke, pero lo era aún más que decenas de terribles crímenes se sucediesen año tras año y quedasen impunes ante la incompetencia de las autoridades. Los deficientes mentales eran para los nazis individuos indeseables que contribuían a la degeneración de la raza (Bruno había sido esterilizado por orden judicial en mayo de 1940). Las confesiones de uno de ellos suponían una gran oportunidad para cerrar muchos casos no resueltos sin comprometer la idea de sociedad perfecta y de orden que representaba el nacional-socialismo. Convenientemente, Bruno murió poco después de que Franz diese por finalizada la investigación.

Distintas versiones de la historia de Bruno Lüdke (en inglés):
http://murderpedia.org/male.L/l/ludke-bruno.htm

El chino de origen japonés del ejército alemán que se fue a Estados Unidos para no invadir Polonia


En octubre de 1937 el joven Chiang Wei-kuo, hijo menor de Chiang Kai-shek (el comandante en jefe del Kuomitang y líder del gobierno chino) llegó a Alemania para recibir formación militar en la Kriegsschule de Munich. Wei-kuo había nacido en octubre de 1916 en Tokio, donde estaban exiliados los dirigentes del Kuomitang. En China se rumoreaba que Chiang Kai-shek no era su verdadero padre, algo que el propio Wei-kuo reconocería mucho tiempo después, siendo ya anciano. Se decía que era hijo de uno de sus colaboradores más estrechos, Tai Chi-tao, y la profesora de japonés de éste, Kaneko Shigematsu. Supuestamente, Tai confió el niño al cuidado de Chiang Kai-shek, pensando que su carrera política podía peligrar si se conocía su relación con una japonesa.

En la Kriegsschule (“Escuela de Guerra”) Wei-kuo aprendió las tácticas y doctrinas militares alemanas más modernas y el uso del armamento más avanzado. Y sin duda fue un alumno destacado. En sus fotografías con uniforme alemán luce el Schützenschnur, el cordón que acreditaba a los mejores tiradores. En algunas fotos también se puede ver en la manga de su guerrera el Edelweiss, la insignia que solo podían lucir los que completaban el duro entrenamiento de Gebirgsjäger (las tropas de élite de montaña de la Wehrmacht):


El 12 de marzo de 1938, el día del Anschluss (la anexión de Austria), el cadete Wei-kuo cruzó la frontera austriaca en un camión de la Wehrmacht. Le habría gustado participar también en la ocupación de los Sudetes, en octubre de ese año, pero en aquella ocasión no fue movilizado. En el verano de 1939 se graduó como teniente y fue destinado a una división desplegada en la frontera polaca. En un principio parecía tener el permiso de su padre para unirse como observador a las fuerzas que se preparaban para invadir Polonia, pero al pasar por Berlín, de camino a su unidad, recibió nuevas instrucciones en la embajada china. El gobierno del Kuomitang no quería verse comprometido por su intervención en la campaña, así que le ordenaron abandonar Alemania y continuar su formación militar en Estados Unidos. Muy a su pesar, según confesaría más tarde, Wei-kuo tuvo que obedecer.

Chiang Wei-kuo tenía intención de ir a Fort Rucker, la Escuela de Aviación del US Army en Alabama, pero los estadounidenses le convencieron para que aprovechase los conocimientos que había adquirido en el ejército alemán matriculándose en la Academia de Instrucción de Blindados de Fort Knox. Allí el alumno se convirtió en profesor, dando conferencias sobre organización y tácticas del ejército alemán. A finales de 1940 Wei-kuo regresó a China. En el noroeste del país organizó un batallón mecanizado para combatir a los japoneses. Durante la guerra civil continuó en el ejército de su padre adoptivo, y se exilió con él a Taiwan tras la derrota de 1949.

Fuentes:
http://www.shanghai1937.com/a-chinese-in-the-german-wehrmacht/
http://en.wikipedia.org/wiki/Chiang_Wei-kuo

Top 10 de la Segunda Guerra Mundial

10 - On ira prendre notre linge sur la line Siegfried

En una lista de canciones destacadas de la Segunda Guerra Mundial me parecía casi obligatorio incluir una francesa. No lo tuve fácil. Durante la ocupación las grandes estrellas de la canción gala hicieron todo lo posible por pasar desapercibidas, mientras que los temas lanzados desde Londres para consumo clandestino no acabaron de alcanzar la popularidad que se esperaba. Por suerte nos queda la Drôle de guerre. On ira prendre notre linge sur la line Siegfried (“Vamos a tender la colada en la línea Sigfrido”) arrasó con una melodía que parodiaba las marchas militares y una letra simpática y despreocupada (parte de ella en inglés, por aquello del guiño a los aliados). Era originalmente una canción canadiense, adaptada por Ray Ventura para su orquesta (“Ray Ventura y sus universitarios”). Como os podréis imaginar, su éxito fue efímero. En mayo de 1940 a todo el mundo se le olvidó la letra.



9- American Patrol

En la era del swing Glenn Miller fue el indiscutible número uno. A finales de los 30 y principios de los 40, The Glenn Miller Orchestra arrasaba en las listas con temas como In The Mood, convirtiéndose en parte importante de la banda sonora vital de toda una generación de estadounidenses. En 1942 Miller se alistó en la USAAF con el rango de capitán, y durante la guerra se dedicó a tocar con su orquesta para las tropas estadounidenses destinadas en ultramar. De esa época es American Patrol, basada en una marcha popular del siglo XIX. En diciembre de 1944 el avión que le llevaba de Inglaterra a París desapareció en el Canal de la Mancha. Nunca se encontraron sus restos.



8 - As time goes by

As time goes by (“Mientras el tiempo pasa”, aunque a menudo se ha traducido como “El tiempo pasará”) es una canción compuesta en 1931 para un musical de Broadway titulado Everybody's Welcome. Pero lo que la hizo inmortal fue su inclusión en la película Casablanca, estrenada en 1942. En ella, el personaje de Sam, interpretado por Dooley Wilson, la cantaba haciendo revivir la vieja historia de amor entre Ilsa y Rick (Ingrid Bergman y Humphrey Bogart), y convirtiéndola de paso en una de las canciones míticas de la historia del cine. Por cierto, Wilson no sabía tocar el piano.



7 - Po šumama i gorama

Si hubo un género que vivió durante la guerra su época dorada ese fue sin duda la canción partisana, con sus estribillos sencillos, hechos para ser cantados a voz en grito por coros masculinos con nula formación musical. Este tema fue en su origen la "Marcha del Regimiento de Siberia", una canción de los ejércitos blancos siberianos durante la guerra civil rusa. Más tarde fue copiada por el Ejército Rojo y renombrada Po dolinam i po vzgoriam, "A través de valles y montañas". En la Segunda Guerra Mundial fueron los partisanos yugoslavos los que la convirtieron en uno de sus himnos, manteniendo el título soviético, pero lógicamente traduciéndolo al serbocroata, Po šumama i gorama.



6- We'll Meet Again

We'll Meet Again, “Nos volveremos a ver”, es sin duda la canción británica más famosa de la Segunda guerra Mundial. La letra era un mensaje de esperanza para los soldados que se marchaban y para sus seres queridos que se quedaban en casa esperando el regreso. Y al mismo tiempo se convirtió en una forma de recordar a los que nunca volvieron. Fue grabada en 1939 por la gran estrella de la canción británica de la época, Vera Lynn, cuya popularidad durante la guerra la llevó a ser considerada "The Forces' Sweetheart (“la novia de las fuerzas armadas”). En 1943 se estrenó una película musical titulada también We'll Meet Again, protagonizada por la propia Vera Lynn.



5 - Boogie Woogie Bugle Boy

Cuando apareció esta canción, en enero de 1941, Estados Unidos todavía no estaba en guerra, pero eso no impidió que se convirtiese en una de las más emblemáticas de la Segunda Guerra Mundial. Era un tema de The Andrews Sisters para Buck Privates, una película de Abbott y Costello (de hecho estuvo nominada al Oscar a la mejor canción). Boogie Woogie Bugle Boy cuenta la historia de un músico callejero de Chicago que es reclutado por el ejército y se convierte en corneta de su compañía, donde se aburre entre toque y toque hasta que el capitán se percata de su talento y forma en torno a él una banda de músicos que amenizan los toques de diana a ritmo de boogie. Una canción divertida para tiempos difíciles.



4 - Bella ciao

Otra canción partisana que acabó convertida en un auténtico himno. Se cree que Bella ciao tiene su origen en un tema tradicional que cantaban las trabajadoras de los arrozales padanos. Durante la guerra fue un canto muy popular entre los partisanos antifascistas italianos, especialmente en la zona de Bolonia y Módena. Ha sido traducida a muchos idiomas y versionada multitud de veces. En las décadas de los 60 y 70 se convirtió en una canción protesta de gran difusión. No se puede asociar a ningún intérprete en concreto, aunque eso no es demasiado problema: si esta versión no os gusta, tenéis muchas otras para elegir.



3 - Siekiera, motyka

Siekiera, motyka ("Hacha, azada") es una vieja canción folklórica polaca que en torno a 1942 se hizo muy popular en la Varsovia ocupada, y más tarde en toda Polonia. Básicamente lo único que se conservaba del tema original era la melodía y las palabras "Siekiera, motyka", y a partir de ahí se introducían mensajes satíricos contra los invasores alemanes. Por supuesto la canción estaba prohibida. Hubo una gran variedad de letras distintas. La versión que aparece aquí fue grabada en 1946 para Zakazane piosenki ("Canciones Prohibidas"), la primera película rodada en Polonia después de la guerra.



2 - Katiusha

Katiusha fue compuesta en 1938 para Lidiya Ruslanova, una de las cantantes rusas más famosas de la época. Está basada en una canción popular de la época zarista, y cuenta la historia de una muchacha que añora a su amado, que se encuentra en el ejército, luchando por su patria en alguna lejana frontera. Fue un gran éxito entre los soldados del Ejército Rojo, y más tarde en toda Europa, ya que los alemanes y sus aliados en el frente oriental se encargaron de popularizarla en sus países. Ruslanova se pasó la guerra actuando en interminables giras por los distintos frentes, levantando la moral de los soldados del Ejército Rojo con sus canciones patrióticas.



1 - Lili Marleen

Durante la Primera Guerra Mundial un soldado alemán llamado Hans Leip dedicaba su tiempo en las trincheras a escribir poemas amorosos. Aquellos versos fueron publicados en 1937, y uno de ellos fue utilizado un año más tarde como letra de una canción para la vocalista Lale Andersen. Así nació Lili Marleen, originalmente titulada Das Mädchen unter der Lanterne ("La chica bajo la farola"). Su éxito tardó en llegar. Ocurrió en 1941, cuando una emisora alemana en Belgrado comenzó a radiar la canción como parte de la música destinada a sus tropas en los Balcanes. La señal se podía escuchar en el norte de África, y Lili Marleen no tardó en cautivar a los soldados de ambos bandos... hasta que Goebbels la prohibió. La versión más famosa es la cantada por Marlene Dietrich, pero esta es la original de Lale Andersen.

La rebelión de los SS croatas

Uno de los grandes mitos neonazis es el de considerar las Waffen-SS como un auténtico ejército europeo. Es algo muy oportuno para que, por ejemplo, un español pueda declararse nacional-socialista sin sentir la más mínima vergüenza por soltar semejante incongruencia. Y lo cierto es que en las Waffen-SS combatieron hombres de muchas nacionalidades distintas, debido, fundamentalmente, a la sed de poder de Himmler, que nunca llegó a estar satisfecho con el tamaño de su ejército particular, y que logró que buena parte de las unidades de voluntarios extranjeros que existían en las fuerzas armadas alemanas quedasen encuadradas en él. En un principio el reclutamiento estuvo restringido a los naturales de países germánicos ocupados (holandeses, flamencos, daneses o noruegos), pero con el tiempo los criterios raciales se fueron arrinconando hasta acabar aceptando incluso divisiones formadas por tártaros o indios. Es cierto que muchos de ellos se alistaron por motivos ideológicos, pero otros simplemente aprovecharon una oportunidad que les permitía salir de los campos de prisioneros o de las brigadas de trabajo, y en muchos casos se encontraron de la noche a la mañana formando parte de una división SS sin haber tenido nunca esa intención.

El 13º Batallón de Ingenieros era una unidad encuadrada en la 13ª División de Montaña SS Handschar, en su origen 1ª División Croata. Hay que aclarar que el término “croata” se refiere al estado títere liderado por Ante Pavelic, que incluía, además de la actual Croacia, el territorio de Bosnia y Herzegovina. De hecho el reclutamiento de la unidad comenzó en Bosnia, y la mayoría de sus efectivos eran bosnios musulmanes. Los croatas (católicos) eran como mucho la cuarta parte del total de hombres de la división. Como prueba del carácter básicamente musulmán de la unidad, se permitió que cada regimiento tuviese su propio mulá y cada batallón su imán. Debido al escaso éxito del alistamiento voluntario, la división tuvo que completarse con reclutamientos forzosos y banderines de enganche en campos de prisioneros. Los reclutas fueron reunidos en un campamento cerca de Zagreb. Allí, un día, en lugar de los ustachas aparecieron unos oficiales de las SS, que les hicieron subir a vagones de tren y les llevaron a Alemania. En Dresde los hombres del 13º Batallón comenzaron a recibir formación como pontoneros. Les entregaron por primera vez sus uniformes alemanes antes de partir a Estrasburgo, en la frontera franco-alemana, donde iban a ejercitarse en unas maniobras.

El uniforme de la División Handschar incluía un característico fez:


A mediados de agosto de 1943 comenzaron a llegar oficiales alemanes al pueblo de Villefranche-de-Rouergue, en el sur de Francia, para preparar la instalación de un batallón de entre 1.000 y 1.500 hombres. A partir del 7 de septiembre empezaron a llegar al pueblo los hombres del 13º Batallón de Ingenieros. Para entonces la unidad ya estaba claramente dividida en dos bandos, los pro-alemanes y los “conspiradores”. Estos tenían a su favor las noticias que les llegaban de los desastres alemanes en el frente del este y de los desembarcos aliados en Italia. El 8 de septiembre el gobierno italiano anunció la firma del armisticio con los aliados. Es posible que la noticia hiciese albergar a muchos bosnios la loca esperanza de poder contactar con las tropas aliadas que, creían, habían ocupado la península italiana. Los oficiales de las SS les sometían a una disciplina brutal, y el descontento de la tropa aumentó hasta el punto de que comenzaron a producirse deserciones. A menudo los desertores contaban con la ayuda de la población local. En general parece que la relación de los civiles de Villefranche con los bosnios era amistosa. Todo lo contrario que con los alemanes.

El 16 de septiembre los bosnios desfilaron por primera vez armados y con casco. Corrían rumores de que de forma inminente iban a ser utilizados en operaciones de lucha contra el maquis. Aquella misma tarde los líderes de los descontentos celebraron una reunión en la que decidieron no esperar más y pasar a la acción.

El hombre al mando de los rebeldes se llamaba Ferid Dzanic, y era un antiguo partisano capturado. Su segundo era un joven alférez llamado Nikola Vukelic. El tercero de los líderes, y el único que sobreviviría a la rebelión, era Bozo Jelenek, nacido en Zagreb en 1920. En 1941 había pasado ocho meses en prisión por pertenecer al Partido Comunista.

En la medianoche del 17 de septiembre Jelenek condujo a una docena de soldados hasta el hotel Moderne, conde se alojaban los oficiales. Irrumpieron en las habitaciones y capturaron al comandante del batallón, el SS-Obersturmbannführer Oskar Kirchbaum, y al resto de oficiales. Al mismo tiempo, otro grupo se dirigió a la escuela en la que dormían los suboficiales, y tras capturarles les encerraron en el primer piso del edificio. A las dos de la mañana, cinco de los oficiales, entre ellos Kirchbaum, fueron condenados a muerte por los amotinados y ejecutados.

Los rebeldes creían que la mayoría de los soldados del batallón se iban a unir a su causa, pero lo impidieron dos hombres con gran influencia en la tropa, el imán Halim Malkoc y el alférez médico, el doctor Schweiger, que dieron la voz de alarma y convencieron a muchos bosnios de que estaban siendo engañados por los amotinados. Hacia las cuatro de la madrugada los alemanes habían reaccionado y en las calles de Villefranche comenzaron a oírse los primeros tiroteos. A la mañana siguiente llegaron tropas desde los acuartelamientos vecinos para ayudar a sofocar la rebelión. En pocas horas los alemanes recuperaron el control de Villefranche sin que los insurgentes, mal armados y superados en número, pudiesen hacer nada para evitarlo. Muchos de ellos se rindieron y fueron ejecutados de inmediato. Otros lograron romper el cerco y se ocultaron en los montes vecinos, lo que dio inicio a una gran cacería humana que duraría semanas. Los pocos que escaparon formarían el núcleo de la Resistencia francesa en el departamento del Aveyron. Es imposible saber el número de muertos entre los combates y las ejecuciones. El alcalde de Villefranche-de-Rouergue, Louis Fontange, afirmó haber visto unos cuarenta cadáveres, otros vecinos del pueblo vieron cómo salían camiones cargados de muertos hacia la ciudad de Rodez. Puede que el número de víctimas estuviese en torno a las ciento cincuenta. Entre ellos estaban Dzanic, que murió en la lucha, y Vukelic, que fue capturado y fusilado. Jelinek logró ocultarse con ayuda de algunos vecinos del pueblo. En noviembre se unió al maquis con el nombre de “teniente Leopold”. Tras los desembarcos aliados combatió con las fuerzas de la Francia Libre, regresó a su país y se unió al ejército de Tito. Se retiró en 1953 con el rango de capitán del ejército yugoslavo.

Por su decisiva intervención, que había hecho fracasar el motín, el imán Malkoc y el doctor Schweiger recibieron la Cruz de Hierro de segunda clase. Además tuvieron el honor de ser recibidos por el Reichsführer-SS, Heinrich Himmler.

La rebelión no pudo ser ocultada y supuso un duro golpe para la imagen de las Waffen-SS. Radio Londres dio la noticia afirmando que Villefranche-de-Rouergue había sido la primera ciudad liberada de la Francia ocupada por los nazis. Los alemanes estaban convencidos de que la revuelta había sido obra de comunistas que se habían infiltrado en las fuerzas croatas siguiendo órdenes de Tito, como una forma de conseguir armas, uniformes y entrenamiento a costa de los alemanes. Inmediatamente después de sofocar la rebelión, iniciaron una purga de la unidad. Ochocientos veinticinco bosnios fueron declarados "no aptos para el servicio" o "políticamente poco fiables" y enviados a Alemania para trabajar en la Organización Todt. Doscientos sesenta y cinco de ellos se negaron a ir y acabaron en el campo de concentración de Neuengamme. Pocos sobrevivieron a la guerra.

Tres días de mayo

La tarde del 29 de mayo de 1937 dos bombarderos Tupolev SB-2 Katiuska de la aviación republicana, con tripulaciones soviéticas, despegaron de la base aérea de Los Alcázares, en Murcia, en una misión de reconocimiento sobre el Mediterráneo. Hacia las seis de la tarde descubrieron y atacaron un gran buque de guerra fondeado en la bahía de Ibiza. A su regreso los pilotos afirmaron haber bombardeado el crucero Canarias, el mayor buque de la marina franquista. Ya entrada la noche Juan Negrín (un socialista moderado nombrado primer ministro pocos días antes en sustitución de Largo Caballero) telefoneó al presidente de la República, Manuel Azaña, y le informó de que el Canarias había sido alcanzado en el puerto de Ibiza. Poco después Negrín volvió a llamar al presidente para comunicarle los últimos y preocupantes datos: el buque era alemán (“creía que el Almirante Spee”, escribe Azaña en su diario), y se encontraba ardiendo y a punto de hundirse. Con el paso de las horas la confusión inicial se fue aclarando. El barco atacado era en realidad el “acorazado de bolsillo” alemán Deutschland. Los daños materiales no fueron excesivamente graves, pero una de las bombas había caído en el comedor de la tripulación, matando a veintidós marinos e hiriendo a otros ochenta y tres, nueve de los cuales morirían más tarde a consecuencia de las heridas sufridas. Al día siguiente el gobierno republicano reconoció el error de los pilotos (ocultando su nacionalidad) al explicar que habían atacado el buque al confundirlo con el Canarias, pero al mismo tiempo, en una evidente contradicción, alegó que el Deutschland había sido el primero en abrir fuego. Lo cierto es que, aunque no era nada creíble que los pilotos hubiesen actuado respondiendo a un ataque previo, el acorazado alemán se encontraba en la zona de control asignada por el Comité de No Intervención a la marina francesa, y a una distancia de la costa mucho menor de diez millas, el límite fijado para las patrullas navales que vigilaban el cumplimiento de los acuerdos que prohibían el envío de material bélico a los contendientes en la Guerra Civil Española.

El buque alemán se dirigió a Gibraltar para desembarcar a los heridos y efectuar las reparaciones de urgencia necesarias. Mientras tanto, un Hitler enfurecido convocó un Consejo de Ministros en la tarde del 30 de mayo y ordenó responder con contundencia al ataque, arriesgándose a provocar una grave crisis internacional en el momento menos oportuno. Aunque dejó que su ira se impusiese a cualquier cálculo político, el Führer tuvo el cuidado de elegir como blanco de sus represalias una ciudad pequeña y de importancia secundaria, alejada de los frentes de combate y sin prensa extranjera. Solo un mes antes Guernica había sido arrasada por los bombarderos de la Legión Cóndor, provocando una oleada de indignación en todo el mundo que aún estaba lejos de amainar.

Al amanecer del 31 de mayo una fuerza naval, compuesta por el acorazado Admiral Scherr, gemelo del Deutschland, y los destructores Albatros, Leopard, Seeadler y Lluchs, apareció frente a Almería, situándose a una distancia de unos doce kilómetros, fuera del alcance de las baterías costeras, y abrió fuego sin previo aviso. Durante casi una hora los buques alemanes dispararon sin ninguna oposición más de doscientos proyectiles contra el centro de la ciudad. El bombardeo causó el derrumbe de al menos treinta y cinco edificios. Las cifras de víctimas varían mucho dependiendo de las fuentes. Las oficiales fueron de diecinueve muertos y cincuenta y cinco heridos.

A aquellas alturas de la guerra los aviones alemanes de la Legión Cóndor habían bombardeado ya en incontables ocasiones territorio español, pero lo habían hecho como una fuerza de voluntarios oficialmente integrada en el ejército franquista. En cambio, los buques que atacaron Almería enarbolaban la bandera de la Kriegsmarine. No había maquillaje posible: Alemania había bombardeado una ciudad española.


En cuanto tuvo noticia del ataque, el ministro de Defensa, el dirigente socialista Indalecio Prieto, convocó una reunión de urgencia del Estado Mayor Central para evaluar la situación y presentar al Consejo de Ministros sus recomendaciones aquella misma mañana. La reunión, presidida por el coronel Vicente Rojo, uno de los estrategas más brillantes del ejército republicano, transcurrió en un ambiente de gran tensión. No podía ser de otra manera, ya que desde el principio estaba claro que las posibles opciones se reducían a dos: dejar sin castigo la agresión tragándose el orgullo, o responder a ella, lo que inevitablemente significaría la guerra entre España y Alemania.

La recomendación del Estado Mayor Central al gobierno fue la de responder al ataque. El coronel Rojo sabía que aquella era una decisión política que iba mucho más allá de consideraciones estratégicas, pero se atrevía a apuntar en su informe que así se acabaría con "las actuales ficciones", puesto que de hecho Alemania ya estaba en guerra con España (obviamente se refería a la ayuda que Alemania, Italia y Portugal estaban dando abiertamente al bando rebelde). En cuanto a la respuesta militar, proponía dos acciones simultáneas: los submarinos que operaban en el Cantábrico se desplazarían al Canal de la Mancha para atacar a buques alemanes, y la aviación se concentraría en ataques a las bases navales de Melilla y Palma, utilizadas habitualmente por la marina alemana en el Mediterráneo.

La respuesta alemana sería un bloqueo absoluto del territorio republicano o una intervención militar abierta. En ambos casos se esperaba que una acción directa y a gran escala de Hitler en España obligaría a las potencias europeas a implicarse en el conflicto, si no directamente, al menos abriendo las fronteras y enviando ayuda material. Mientras esta no llegase, el Estado Mayor Central proponía ganar tiempo pasando a la defensiva. Indicaba las lineas con más posibilidades de defensa en las que tendrían que atrincherarse las fuerzas terrestres y los puertos en los que se refugiaría la flota. Las acciones ofensivas se limitarían a ataques aéreos. Para asegurar la ayuda internacional era imprescindible una fuerte acción diplomática. En caso necesario, para acabar de convencer a Francia y Gran Bretaña, el gobierno podría prometerles ganancias territoriales (se supone que posesiones españolas en el norte de África, de las que el gobierno republicano se habría desprendido encantado).

Indalecio Prieto se mostró de acuerdo con las conclusiones del informe que le presentó el coronel Rojo y acudió con el documento a la reunión del Consejo de Ministros. La República tenía un gobierno de concentración, formado por una amplia coalición de fuerzas políticas. La más numerosa era el PSOE, con tres ministros, pero también había representantes del Partido Comunista, Izquierda Republicana, Unión Republicana, Esquerra Republicana de Catalunya y el Partido Nacionalista Vasco. En la reunión Prieto defendió la respuesta armada a la agresión alemana, alegando que si Hitler entraba abiertamente en la guerra, a Gran Bretaña y Francia no les quedaría más remedio que acudir en ayuda de la República española. Pero no encontró ningún apoyo en el resto del gobierno. Los ministros no se hacían muchas ilusiones sobre la posible intervención de las potencias democráticas en auxilio de la República, arriesgándose a iniciar una nueva guerra mundial. Y si finalmente sucedía, nadie estaba dispuesto a cargar con la culpa de haber ayudado a provocarla. Prieto se quedó solo en la defensa de las recomendaciones del Estado Mayor. Sin embargo, la reunión se alargó durante varias horas. Aprovechando el descanso para la comida, Negrín reclamó la presencia del presidente Azaña para que se sumase a las deliberaciones.

Tras el receso, Negrín explicó a Azaña que en lo básico el gobierno había alcanzado ya una decisión unánime y que las discrepancias se limitaban a ciertos matices. En presencia del presidente hablaron el republicano José Giral, ministro de Estado (relaciones exteriores), y Prieto como ministro de Defensa. Giral explicó las gestiones diplomáticas que se estaban realizando para dar a conocer internacionalmente la posición española y dejó claro que se oponía totalmente a cualquier medida que pudiese agravar el conflicto. A continuación tomó la palabra Prieto, que no mostró discrepancias de fondo con la decisión del gobierno y se limitó a quejarse de la injusticia que tenían que sufrir. “Ignoro si en la primera parte del Consejo su actitud fue más resuelta, y, habiéndose encontrado en minoría, se abstuvo de insistir en mi presencia”, cuenta Azaña en sus memorias. Cuando el presidente invitó a hablar a cualquier otro ministro que lo desease, tomó la palabra el de Instrucción Pública, el comunista Jesús Hernández, que habló sobre lo perjudicial que sería para todos dejarse arrastrar al terreno al que les empujaba Alemania. Según contaría más tarde Prieto, durante el receso Hernández había solicitado instrucciones a los representantes del Komitern en España, que le dictaron la postura que tenía que tomar. Lo mismo insinuó Azaña, al comentar que “se traía una lección muy bien aprendida”. Lo cierto es que Stalin también deseaba evitar por todos los medios que la crisis fuese a más. Siendo soviéticos los pilotos que bombardearon el Deutschland, alguien podría pensar que el incidente había sido provocado intencionadamente por la URSS, pero en aquel momento poner a toda Europa al borde de la guerra era lo último que interesaba al gobierno soviético.

Por último habló el presidente Manuel Azaña, que se mostró tajante: había que evitar a toda costa una extensión del conflicto. Recomendaba al gobierno no responder al ataque y confiar en que las presiones diplomáticas franco-británicas disuadiesen a los alemanes de lanzar nuevas agresiones. “Hay que evitar que el Deustchland sea muestro Maine”, añadió, recordando el acorazado hundido en 1898 que supuso la guerra entre España y Estados Unidos. Igual que entonces, aunque a posteriori el mundo reconociese que tenían la razón de su lado, las futuras generaciones no les perdonarían haber llevado al país al desastre. En su diario, en la entrada del 2 de junio, escribió: “En el curso que siguen los sucesos, hay que esperar un sobresalto de Francia e Inglaterra, cuando las provocaciones alemanas e italianas no permitan dudar de sus propósitos. Pero ese momento no ha llegado”. Nunca llegaría. Ni siquiera un año después, cuando la crisis de los Sudetes llevó de nuevo a Europa al borde de la guerra. En aquella ocasión Gran Bretaña y Francia cedieron en el último instante ante Hitler, abandonando a su suerte a Checoslovaquia, y, de paso, acabando con las últimas esperanzas de la República española.

El gobierno republicano se limitó a protestar por la agresión y por las continuas rupturas de la teórica neutralidad de alemanes e italianos en la guerra española. El único beneficiado de la crisis fue el bando franquista, ya que, como respuesta al bombardeo del Deustchland, Alemania e Italia abandonaron temporalmente el Comité de No Intervención cuando más fuertes eran las presiones para lograr un acuerdo de retirada de voluntarios extranjeros.

Años después, Prieto calificó su postura en aquel Consejo de Ministros como la de "un pesimista", que no veía posibilidades de ganar la guerra sin la intervención de las potencias occidentales. Pero el hecho de que la propuesta estuviese respaldada por un informe del coronel Rojo y el Estado Mayor Central republicano indica que había consideraciones estratégicas que hacían que fuese una opción a tener en cuenta. Vicente Rojo siempre creyó que había sido una gran oportunidad perdida por la República.

Fuentes principales:
Sobre el informe del EMC, un artículo de Jorge M. Reverte en el País:
http://elpais.com/elpais/2008/10/18/actualidad/1224317820_850215.html
Sobre la reunión del Consejo de Ministros, principalmente los Diarios de Guerra de Manuel Azaña
Más: http://www.culturandalucia.com/ALMER%C3%8DA/GCA/Bombardeo_de_Almeria_por_Escuadra_Alemana_Rafael_Quirosa_Mu%C3%B1oz.pdf


1945A

En 1945 la guerra parece decidida a favor de los aliados, pero los nazis aún guardan un as en la manga.

Un entretenido cortometraje de Ryan Nagata.

1945A from Ryan Nagata on Vimeo.