Los últimos soldados del Reich

El 23 de mayo de 1945, casi tres semanas después del final de la guerra en Europa, un pequeño barco de pesca francés fondeó en Les Minquiers, un grupo de islotes deshabitado y de soberanía británica situado al sur de las islas Anglonormandas. Un soldado alemán, perfectamente uniformado y armado, se presentó ante los pescadores y se dirigió al patrón de la embarcación diciendo: “Los británicos se han olvidado de nosotros, tal vez nadie en Jersey les dijo que estábamos aquí. Quiero que nos lleves a Inglaterra, nos queremos rendir”. La guarnición alemana en Jersey y en el resto del archipiélago (el único territorio británico ocupado por los alemanes durante la guerra) se había rendido el 9 de mayo.

Hubo otras rendiciones mucho más tardías. El final de la guerra sorprendió al submarino U-530 patrullando las costas orientales de Norteamérica. Al conocer la noticia, el comandante del sumergible, el teniente Otto Wermuth, optó por poner rumbo a Argentina, el más “amistoso” de los países enemigos (forzado por las presiones estadounidenses, Argentina había declarado la guerra a Alemania pocas semanas antes). El 10 de julio el U-530 apareció frente al puerto de Mar del Plata. El teniente Wehrmuth se comunicó con las autoridades portuarias por medio de señales luminosas para ofrecer su rendición. La tripulación destruyó toda la documentación, armamento y equipo secreto del buque antes de entregarlo a los argentinos. Más de un mes después, el 17 de agosto, un segundo u-boote se rindió en Mar del Plata. Se trataba del U-977, un submarino del Tipo VII-C al mando del capitán Heinz Schäffer. Habían hecho una larga travesía desde aguas noruegas, donde se encontraban cuando les llegó la noticia de la rendición alemana. Tras someterlo a votación, la tripulación decidió dirigirse a Argentina. Antes de partir se permitió que un tercio de los tripulantes, que no estaban de acuerdo con la decisión, desembarcasen en Noruega.

Pero tampoco fueron ellos los últimos militares alemanes en rendirse. Ese honor corresponde a los once hombres que operaban una estación meteorológica situada en la isla deshabitada de Nordaustlandet (“Tierra del Nordeste” en noruego), en el archipiélago de las Svalbard. Desde septiembre de 1944 aquella pequeña guarnición, formada por hombres de la Wehrmacht y la Kriegsmarine y al mando de un oficial del Ejército, geógrafo, geólogo y experto en regiones polares, el teniente Wilhem Dege, había permanecido allí oculta, enviando regularmente informes meteorológicos a Alemania. En mayo de 1945 se enteraron por emisoras de radio noruegas de la muerte de Hitler y del final de la guerra. Después de destruir todo el material no imprescindible para su subsistencia, se pusieron en contacto con los noruegos informando de su posición. Nunca recibieron respuesta. Parecía que el mundo entero se había olvidado de ellos. Continuaron con su rutina de trabajo, confeccionando sus informes y radiándolos a Berlín, más como una forma de mantenerse ocupados que porque pensasen que podían ser de utilidad para alguien. Al fin, a comienzos de septiembre de 1945 un barco noruego de pesca de focas recibió la orden de dirigirse a recogerles. Cuando llegaron los noruegos, el teniente Dege se rindió al patrón del pesquero, el capitán Albersen, entregándole su pistola. Albersen aceptó la rendición, y, un poco confuso por la solemnidad de la ceremonia, lo único que acertó a decir fue si podía quedarse con el arma de recuerdo.